Ética Disonante

Ética Disonante.

Amanda Panambí Morales Vidales


La ética es el carácter del ser, proviene del "êthos" que justamente significa carácter (Fernández, 2011). La ética es una forma de ser, una forma de ser en el mundo, como la forma de ser responsable o la forma de ser leal. Todas estas formas sociales éticas que observamos en el mundo son esencialmente la forma que le da sustancia al ser. Visto desde un punto de vista más social la ética le proporciona esencia, profundidad y significado a la forma del ser. Para Fernández (2011), psicólogo social, la ética es la que permite que uno haga muchas cosas distintas, pero en todas ellas siempre debe guardarse una congruencia, esta congruencia la otorga la ética, y esto permite que no se rompa la unidad del modo de ser.

La unidad del modo de ser es dada por un principio ético esencial a todos, éste es el de la lealtad, Pablo Fernández dice al respecto: "Que si alguien es leal le tenga lealtad hasta sus propios errores, hasta a sus enemigos, porque la ética como la cultura, siempre retorna a sí misma para actuar sobre sí misma" (Fernández, Ch. P., 2011, p.245). La falta de lealtad en nuestras sociedades contemporáneas ha ocasionado la pérdida de esta coherencia, porque en lugar de hacer y actuar en consecuencia con sus valores éticos han optado por el doble discurso.

Todas las instituciones sociales se manejan en esta mascarada, la cual se clarifica cuando observamos a la más corrupta de todas, es decir la política, de la cual nadie recuerda cuando fue ética, si es que alguna vez lo fue, pero debemos suponer que así pudo haberse concebido o así debiera haber sido, esperanza vana para el cinismo; la política en lugar de arreglar las cosas y hacer uso de los conocimientos para el bien común, se ha concentrado en decir que hacer para no hacer, o hacer todo lo contrario, establecen que hacen políticas de bienestar social pero en realidad hacen políticas a conveniencia, o tal vez esta falta de ética sea más social que política.

Señala Fernández (2011, p. 246) que: "La ética es una suerte de fidelidad del objeto a sí mismo, y el objeto sabe que no va a traicionar sus razones de ser, sus motivos de origen" , se intuye que la lealtad es algo frágil e importante para las relaciones humanas, tanto que la traición es una de esas cosas penadísimas, incluso más que la muerte; en muchas sociedades lo que se concibe como crimen de alta traición es considerado como aquel que se lleva a cabo en contra de la patria y es porque traicionar a su patria es un tema de ética política pero también tiene un carácter penal. Traicionar la forma solo sucede con los seres humanos, un plato no traiciona su forma porque dejaría de ser plato; en el caso de las formas sociales cuando son despojadas de sus valores éticos no pierden su forma pero dejan de tener sentido.

La fidelidad hace que “el todo” tenga coherencia, congruencia, armonía. En matemáticas dos figuras que tienen la misma forma y tamaño son congruentes entre sí, aunque su posición u orientación sean distintas. Esta misma propiedad es la que se le pediría a las formas sociales tener con respecto de su ética, congruencia.

Es así que una democracia es un modo de ser y pensar (Abbagnano, 2004), en nuestras "democracias" actuales se reivindica el discurso del bienestar del hombre, el poder representativo del pueblo, el apego a los derechos humanos; una democracia congruente con sus principios tendría que actuar en consecuencia siempre, pero los principios éticos económicos no son los mismos, por lo que la democracia ha perdido los principios bajo los cuales quiso ser construida, es decir su forma es incongruente.

De esta manera la forma se vuelve una simulación, su falta de ética también. En los gobiernos es donde se palpa de forma evidente este desatino, donde no hay congruencia por lo menos si hay una pose, una simulación, un doble discurso, es así que se tiene que hablar de equidad de género, derechos humanos, tolerancia a las diferencias sexuales, somos todos "poses, frases, sonrisas" (Fernández, 2011) que usamos en discursos políticos, juntas, entrevistas y a las que les falta congruencia, porque la forma ya no tiene esos valores éticos.

Por supuesto, pocos negaran que los valores éticos deben acompañar en todo momento a la forma, pero la crisis económica es también crisis ética. Y los valores éticos se encuentran a la baja, devaluados en su uso, desprendidos de su forma y su ideología.

Ante esta crisis surge la pregunta: ¿Cómo podemos aprender a ser justos, impartir justicia, o saber que nos movemos en un lugar donde la justicia no solo es retórica o demagogia? Tenemos por tanto dos disposiciones como seres humanos "el ser y el deber ser", la forma del "deber ser" se contrapone con la forma de la realidad (Simmel, G. 2003). Este "deber ser ético" es el que abraza al individuo en su totalidad porque parte de una exigencia moral más alta que tiene que ser totalizadora con la realidad.

Este “deber ser” tiene un choque con la realidad, es decir con lo que " se es", y día a día nos movemos en esa disyuntiva, lo que sabemos que "debiera ser", porque eso sí lo sabemos, y lo que "realmente es". Un ejemplo: sabemos que tenemos derechos laborales, pero cuando nos contratan tomamos lo que nos den aunque atente contra la ética de justicia y derechos que sabemos están escritos por ahí.

Hay una incongruencia del ser y de sus valores éticos. Lo notamos día a día, se le nota evidentemente a los gobiernos, y los valores andan deambulando, sueltitos de su forma, pidiendo ser llevados; y sin embargo no pueden estar solos, deben ir acompañados de las formas que les dan sentido. La democracia no puede estar sin el pueblo, la lúdica no puede estar sin su juego, la música no puede ser sin su armonía.

De alguna manera se puede concluir que la responsabilidad ética no puede venir sola, ni enseñarse sola, debe provenir de la forma completa así como un triángulo no es triangulo sin sus tres partes y su forma picuda, tampoco un gobierno es democrático sin su ética solidaria, sin su pueblo, sin sus derechos humanos, por solamente dejar un ejemplo. Cada día que vivimos, caminamos nuestras calles, conversamos, vemos las noticias y no dejamos de notar esta incongruencia, Fernández (2011) es quien describe perfectamente este sentir:  "En el siglo XXI, en las actividades de diario puede registrarse una aquiescencia y una aceptación del estado de cosas -la gente se ocupa de sus asuntos incluso de buena gana- pero en el nivel de los ritmos de la conciencia, en la cadencia subterránea con la que se vive, parece que la vida se mueve más descorazonadamente, como si el río fuera cuesta arriba: la corriente que tiene que subir lleva el ritmo de la incredulidad, no porque hacer eso sea increíble, sino porque no creer requiere más esfuerzo. Vivir en un mundo que no se cree es muy cansado". (p.247-248)




Bibliografía

 

Fernández Christlieb, P. (2011). Lo que se siente pensar. México: Taurus.


Simmel, G. (2003). Ley individual y otros escritos. España: Editorial Paidós (1909).


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