MODA

Los sueños que proyectamos en la estrella cinematográfica que está de moda, en el deportista famoso o en el equipo vencedor, el mecanismo de participación mágica que me hace estremecer ante la sonrisa cotidiana de la presentadora de televisión, las diversas adhesiones a los gurús religiosos o intelectuales, en resumidas cuentas, si damos a esa palabra su sentido pleno, la atracción que ejerce la moda termina por crear un ambiente emocional cuyas vibraciones se leen en la superficie de las cosas, un ambiente que encuentra su expresión en una estetización creciente de la existencia

Michel Maffesoli
Elogio de la Razón Sensible.

 Introducción
 
American Psycho es una novela de Bret Easton Ellis, escrita en 1991, relata la vida de un yuppie de Manhattan que se convierte en asesino o al menos eso cree, esta polémica novela ha recibido el rechazo de círculos literarios y grupos feministas, ¿la razón? la violenta prosa que maneja el autor dejando a esta novela como una de las más polémicas de nuestros tiempos. Para Norman Mailer (1998), periodista norteamericano, American Psycho es una de las más horribles fantasías que necesariamente hay que tomar en cuenta para horrorizarnos de lo que somos capaces de convertirnos.

Bateman el personaje principal de la novela, es un hombre que solo vive para las marcas, de ropa, zapatos, joyas, muebles, todo su universo está dominado por un mundo en donde Prada, Evian, Rolex, Ermenegildo Zegna, Ralph Lauren, dictaminan lo que es él y los demás, en esta vaciedad Bateman se va transformando en un asesino múltiple, el cual encuentra en los asesinatos el motivo que llena el vació en el que el absurdo materialismo lo tiene sometido.

Las marcas lo son todo en esta novela y el vacío del personaje nos deja un cierto  hartazgo, pero para Mailer (1998), la novela nos muestra otras cosas de las cuales el escándalo de la misma nos distrae: la novela nos asfixia con los artículos de moda, los cuales son el centro y razón de ser del personaje, pero esto no es todo lo que el libro nos ofrece, lo que dice American Psycho  es que cuando toda una nueva clase basa sus ideales en el dinero y se obsesiona con la superficie de las cosas, es decir, con la apariencia, se entra en un período de absoluta manipulación de seres humanos por otros seres humanos, en la novela el fin último al que se llega ante tanta superficialidad es el asesinato, en donde los seres humanos son tratados como cosas, es decir el ser humano se convierte en un objeto. En nuestras sociedades se está privilegiando a la imagen por encima de ideologías o creencias, la moda se convierte en la razón de ser de la gente sin que se vea nada más, generaciones de jóvenes están educándose con este fin último que más allá de convertirnos en asesinos seriales, nos convierte en apariencias vacías que van perdiendo todo el sentido humano que nos lleva a ser lo que somos como género, cultura y sociedad.

La banalidad de esta novela es la misma banalidad de su personaje, ésta tiene que ver con un vacío, que no es exclusivo del autor, sino de la sociedad a la que describe, ficticia uno podría pensar, pero peligrosamente cercana a la que nos está aconteciendo como sociedades.

Es esta vaciedad a la que hace referencia este capítulo, pero no nada más porque resulta que la moda no es sólo vacío sin sentido sino que como forma social tiene un sentido de ser, un modo, un carácter, no en vano siempre ha estado a lo largo de la historia de la humanidad; el vacío que de ella se advierte es parte de uso exacerbado del que ella se ha hecho en las sociedades contemporáneas. ¿Es la moda un terror como se presenta en esta novela o es sólo el reflejo del terror que la sociedad va dejando a su paso?, Mailer (1998), nos dice que el arte se ha convertido en nuestra necesidad de sentir terror, aún cuando el arte debe intentar alcanzar todas las verdades, por fuera de las autocomplacencias y las mentiras de los medios de comunicación

La moda indudablemente es uno de los fenómenos que siempre ha estado acompañando a la historia de las sociedades, con el vestuario, el maquillaje, en ideas u objetos, es sin duda una forma en la que una sociedad se comunica e identifica, en la que se muestra exteriormente como es, como piensa, como siente.

La moda refleja esas sociedades, ésta se mantiene así como su imagen, pero aún con estas modas que pasan a través del tiempo, las sociedades también tienen muchas otras formas que dicen lo que es. Lo que ha estado aconteciendo es que la gente en las sociedades está depositando en la moda contenidos que no son de la moda sostener, si uno usa a la moda para ser, sólo se puede ser en ella la imagen.




Sus Contornos


Simmel (1905/1999), plantea que en la moda existen dos tendencias contrapuestas, una es la imitación y la otra es la diversificación.  Estas dos tendencias simbolizan la significación del proceso social de la moda.

La moda es imitación, la cual implica la encarnación social que nace de las oposiciones de la vida social; en la imitación, el individuo se mueve con la seguridad de no estar solo, cuando imitamos la energía productiva se transfiere a otros y al mismo tiempo la responsabilidad por esa acción, el acto aparece como creación de grupo; la moda es la imitación de un modelo dado y por medio de ésta se satisface la necesidad de apoyo y aceptación social, de esta forma en la moda se transita por un solo camino. La moda significa la integración a un círculo social en donde todos se miran como parte del mismo grupo, como parte de una sociedad. (Simmel, 1905/1999)

Por la otra parte la moda representa el aislamiento del círculo social, los que quedan fuera del grupo, los que no tienen ninguna identificación con él (Simmel, 1905/1999).  La moda une y diferencia, la una es la condición de realización de la otra.

En la diversificación la moda satisface esta necesidad, en la moda hay tendencias hacia la diferenciación, variación y a destacarse.  Cuando los grupos tienen una cierta moda con la cual se identifican como la forma de vestir, esta forma tiende a diferenciarlos de todos los demás que no se pueden o no quieren vestirse de esa manera, por lo cual quedan fuera de ese grupo; en la propia tendencia a la diversidad también los que están dentro del grupo y están en su moda tienden a tratar de destacarse de manera que se les mire, pensemos en algo así como un traje, éste para destacarse puede ser de color distinto, es la misma moda pero se exagera o modifica con el fin de que dentro del mismo grupo el mismo traje se pueda distinguir  (Simmel, 1905/1999).

A la moda la vemos en este trabajo como una forma social, porque como expone Simmel (1905/1999): “La moda, por lo tanto, no es otra cosa que una forma de la vida” (p. 38).

Simmel (1905/1999), plantea que las formas siempre van acompañadas de sus contenidos, en la moda los contenidos son perpetuamente cambiantes, lo cual permite que siempre se presente como una novedad; aún cuando la moda exhiba en sus contenidos elementos del pasado, éstos siempre se verán actuales, porque la situación en la que se presenta esta forma, no es la misma que la del pasado, es nueva y es única.

La moda es adoptada por un grupo, estar a la moda implicaría pertenecer al grupo y esto concede cierta homogeneidad con los que también estén a la moda, homogeneidad que no es evidente por el propio componente de distinción que la moda lleva consigo.

La moda es la exacerbación de un rasgo psíquico de la época (Simmel, 1905/1999).  Mientras la moda está en su apogeo transmite una fuerte sensación de actualidad, al referirse a esto, Simmel denota en la forma de la moda que está representando esa parte de época en la que se vive, es su forma visible y en ella se encuentra lo que la sociedad simboliza en ese momento.

La moda como forma siempre se encontrará entre los límites, ente el pasado y el futuro, entre su creación e inminente destrucción (Simmel, 1905/1999). Aun cuando la moda se encuentra siempre en el límite de lo pasado y futuro, no es posible que ésta sea pasada, porque por ser moda siempre es presente; lo cual nos lleva a los que los psicólogos de la Gestalt señalaban sobre la situación, en ella se contienen los elementos pasados y presentes, lo mismo sucede con la moda, pues esta se presenta dentro de una situación.

Para Simmel (1905/1999), a la moda se le puede rechazar o degradar, pero también puede transformarse en valor moral, si se cree en la moda como un fundamento razonable que se debe seguir y profundizar, entonces al objeto de novedad no se le calificará ya como moda, dejará de ser una moda para convertirse en otra cosa; la moda es aquello que está destinado a desaparecer tan rápido y fugazmente como apareció.  El que la moda domine con gran fuerza en estos tiempos se debe a esa falta de convicción permanente e incuestionable, favoreciendo así, que elementos perecederos y cambiantes se expandan y predominen.

A la moda se le mira desde la parte frívola y hueca, esto puede deberse a que como Simmel (1905/1999) señala, la moda tiende a nivelar los extremos y tendencias de la psique, pero nunca se apodera del ser entero, siempre se queda como algo exterior a él, la moda se sitúa en la periferia de la persona, quedando como una máscara que se utiliza para ocultar esa presencia del ser más intimo; la moda es un velo y protección para todo lo interno, pero es imagen y aceptación para todo lo externo.

Por el propio atributo de la moda, ésta juega entre la tendencia a la expansión generalizada y la destrucción de su sentido, esos son sus límites, son su comienzo y fin, el encanto de la novedad y al mismo tiempo de la fugacidad. Es por eso que cuando la moda se adopta por todos sin excepción, es decir, se expande, ésta tiende a desaparecer, pues su factor de singularidad y diferenciación ya no se encuentra. Es contradictorio ya que la moda tiene como objetivo expandirse, pero cuando esto pasa, se aniquila y termina (Simmel 1905/1999).

También sucede, cuando a la moda le falta alguna de las dos tendencias sociales de la misma: por un lado la necesidad de agrupación y por el otro la necesidad de diferenciación, la moda desaparece, su reinado termina.

Este juego doble y contradictorio, es el que hace de la moda esa forma social tan atrayente y discutida, tan aceptada y rechazada.


Sociedad y Moda

La forma de la moda se presenta en todos los grupos que componen las sociedades, se ha presentado desde los Egipcios, los Romanos, la Edad Media, la podemos ver en el estilo Rococó del siglo XVIII, en el Siglo XX y hasta nuestros días, la moda siempre ha estado ahí, cambiante, novedosa e instalándose en la apariencia, podemos decir que la moda es la apariencia de la sociedad.

Para Simmel (1905/1999), la moda propicia en la sociedad obediencia social, al mismo tiempo, es campo de diferenciación individual, porque en donde la moda puede ser, llevar minifalda, alguien puede llevar una falda más corta o transparente, de modo que dentro de la moda la persona se distinga y pareciera llevar la vanguardia de la colectividad, pero a pesar de esa distinción seguirá dentro de la forma,  Simmel lo deja muy claro: “El que guía es, en el fondo, el guiado” (p. 51).

La moda, es un factor de imitación general, es ese nadar en la más ancha corriente social, es un descargo del individuo, de la responsabilidad de su gusto y su acción; por el otro lado es una distinción, excelencia, adorno, individualidad de la personalidad (Simmel, 1905/1999). Es en la distinción individual que está presente la homogeneidad, es decir, parecer distinto sin serlo y seguir perteneciendo, ya se ha dicho que todos cargamos con una sociedad en nosotros, por lo que la individualidad también carga con esa sociedad. En el caso de que alguien se opusiera a estar dentro de la forma de la moda, tendría que plantearse el estar fuera de la sociedad, porque en todos los grupos hay una cierta moda, con la cual se identifican los miembros mismos, lamentablemente estar fuera de la sociedad es no estar, no pertenecer, no existir, de una u otra forma todos somos parte de nuestra cultura y por lo tanto de nuestra moda. Por eso Simmel (1905/1999), apunta que la moda es en apariencia lo que nos concede ser parte de una colectividad.

La sociedad tiende a una ruptura con el pasado, por una acentuación del presente que implica lo actual, esta ruptura implica cambio; todo esto se dirigirá a expresarse en la forma de la moda, la cual es la imagen de una tendencia cultural en todos los terrenos de la vida (Simmel, 1905/1999), es por eso los cambios de la moda son “la medida del agotamiento de los excitantes nerviosos de una época” (Simmel, 1905/1999, p. 44).

Hay grandes objeciones acerca de lo que es moda y lo que no es, la moda no sólo se refiere a la ropa, aún cuando es su más directo referente; la moda puede en realidad ser cualquier cosa,  como señala Simmel (1905/1999), la moda puede absorber aparentemente y en abstracto cualquier contenido, esto es, moda también, puede ser el vestido, el arte, el comportamiento, la opinión, la política, etc. algunas se convierten, otras plantean resistencia desde el interior, en general los símbolos que la sociedad pueda tener pueden convertirse en moda, eso no significa que sean vacíos.

La forma de vida de la moda le es connatural al ser humano como ser social, no puede decirse que la moda sea algo antinatural, en tanto que ésta se convierte en la cara visible de la sociedad. (Simmel, 1905/1999)

Dice Simmel (1905/1999), que el verdadero atractivo de la moda, reside en el contraste entre su extensión amplia y su fugacidad veloz y en el derecho que tenemos a serle infieles, porque aún a pesar de sostenerse como la imagen que nos proporciona identidad en la sociedad, tan pronto esta pasa, ni quien se acuerde de ella, como sucede con las estrellas instantáneas, un día son el centro de atención del mundo al siguiente se acaba la novedad y llega otro foco de nuestra atención; Además, este atractivo reside no sólo en el rigor con el que ella cierra un determinado círculo, mostrando a través de su exclusividad tanto su origen como su efecto, sino también en la forma tajante con la que lo separa de otros círculos; reside, por fin, tanto en sentirse como el individuo llevado por un círculo social, que impone a sus miembros la mutua imitación, descargando así a cada uno de toda responsabilidad, tanto ética como estética, como en la posibilidad de producir dentro de determinados límites un matiz original, ya sea por exageración, ya sea, incluso por rechazo de la moda misma. De este modo, ésta aparece como una creación específica, entre otras, en la que la conveniencia individual ha objetivado con los mismos derechos las corrientes contrapuestas de la vida.

La moda refleja y distingue a un grupo de otros, tiene la función de unir a un grupo y al mismo tiempo señala la separación de un grupo con otro (Simmel, 1905/1999). Como ocurre con la distinción y diferenciación de las clases sociales: unos son nacos otros son fresas, se nombran así para identificarse, para diferenciarse, para distinguirse del otro.


Las Máscaras

Para ir a una fiesta de disfraces, la gente se acomoda un personaje, adopta en ropa y actitud esa máscara, ya sea como princesa, bruja, asesino, fantasma, marciano, personaje histórico, etc., ésta se viste como la fantasía que más le acomode, se coloca el disfraz y llega a la fiesta, no se vale no ir disfrazado pero quien no lo hace, de alguna manera queda fuera de la diversión, porque lo entretenido de la fiesta es el disfraz. Lo mismo sucede en el teatro, el actor tiene que salir al escenario y representar un personaje, en ninguno de los casos anteriores el individuo se pierde en el personaje, pero por el disfraz se sabe quien representa, quien lleve el disfraz o el personaje tiene la obligación de interpretar ese papel y no salirse de él,  al terminar la representación o la fiesta se acaba el cuento así como el disfraz, en la vida cotidiana se terminaría la forma de la moda, aún cuando siempre comenzará una nueva forma y una nueva moda. Con la moda sucede algo similar, solo que el disfraz es algo que se tiene que usar para toda la vida, lo bueno es que el disfraz es siempre cambiante, por lo que siempre causa novedad, de otra forma sería muy aburrido.

La máscara se distingue por su rigidez y constancia, ésta es un estado final, la maravilla de la expresión del rostro humano termina en la máscara, en ella se expresa algo determinado que es lo que la sociedad dice que está permitido. La máscara es clara, su expresión va hacia fuera, crea un personaje y establece una distancia entre el espectador y ella; su forma es rígida, que no cambie en lo más mínimo es lo que tiene de fascinante; su uso implica una separación entre el yo y la sociedad, de cierta forma, mediante ella no quedamos tan vulnerables. El efecto de la máscara es ocultar todo lo que se halla detrás de ella, es ésta un personaje con un comportamiento propio, como configuración material está separada de aquel que la porta, el que la usa la siente en sí como algo ajeno, nunca la percibe por dentro, nunca como si fuera de su propio cuerpo; mientras se usa la máscara siempre se es dos cosas, uno mismo y ella (Canetti, 1960).

La moda ofrece la oportunidad de destacar y estar dentro de la misma, siempre se verá adecuado; los modos de presentarse o expresarse, por muy extravagantes que sean, están protegidos en la medida en que son moda y se obtiene la atención aceptable de los demás, mientras estén dentro de la forma de la moda (Simmel, 1905/1999).

Por medio de la forma de la moda, los seres humanos intentan salvar su libertad interior, entregando lo externo a la esclavización de la colectividad.  La moda proporciona un esquema a través del cual, puede el ser humano proclamar su compromiso con la colectividad, su obediencia hacia las normas impuestas por su época, su clase y su círculo más estrecho, de esta manera el individuo concede la libertad a su propia interioridad (Simmel, 1905/1999).

La integración al círculo social, es posible mediante la forma de la moda, vivir con esta integración nos permite ocultarnos en lo interior y de esa manera también seguir formando parte de la sociedad, lo cual implicaría que exteriormente formamos parte de ese grupo. Por eso la moda se encuentra en la periferia del individuo, que es el exterior.

El exterior es esa parte visible de lo que vemos en los demás: La gente se levanta a diario en la mañana, sale a las calles, unos van al trabajo, otros a las escuelas, a donde sea que sea su llegada o su destino, la gente lleva consigo un vestuario, en donde se representa su pertenencia o al menos a donde quiere pertenecer; dependiendo del grupo, podemos mirar cómo se uniforma la gente al salir a las calles.

Por ejemplo, en oficinas de empresas, todos y todas llevan trajes, vestidos formales, van maquilladas y con accesorios, la diferencia entre unos y otros es perceptible por el status: el jefe o jefa será el que deba distinguirse de los demás vistiendo mejor o con ropa más cara, no solo por la clase que representa, sino por el poder que tiene que detentar ante los que él ve como sus  subordinados, la distinción es casi nada, mientras que el saco de una secretaria no tiene marca, el de la jefa sí; principalmente es una cuestión de imagen, en el caso de las empresas la imagen es una de sus partes primordiales, por eso cuando contratan a esa parte visible que los representa, contratan la imagen: que se vista bien (lo que signifique vestir bien es cosa de la moda), promulgan en sus anuncios “se busca”: que sea “joven”, “buen parecido”, “excelente presentación” “de 20 a 30 años” y entre otras cosas se solicita “con experiencia” y “con manejo de Excel, Word, Power Point”, etcétera,  Todo lo anterior representa la imagen de lo que una empresa pretende o tiene establecido que quiere ser y que es importante para serlo, criterio que no necesariamente se aplica a sus obreros, que son esa parte invisible de las empresas, a los cuales les da igual si son niños o adultos a la moda.  Es posible entonces mirar esa parte visible y ver con asombro que parece que estuvieran hechos de un mismo molde, todos visten, hablan, se expresan, se arreglan y actúan igual o parecido a los demás, la mayoría son blancos, delgados, “bien parecidos”, quieren o aspiran tener más dinero, un mejor puesto, es decir, parecerse más a la clase que los contrató, a los que están en el poder y por lo tanto por encima de ellos (otra vez la cuestión de las clases se hace presente).

Desde otra perspectiva. podemos mirar a los jóvenes, ellos salen a las calles, a sus escuelas, en ellos se refleja siempre una moda irreverente y rebelde; jeans con camisetas, faldas cortas, blusas autóctonas combinadas con jeans desgastados, cabello desarreglado, combinaciones hasta cierto punto extravagantes, una gorra (de beisbol) con jeans, tenis, camiseta y una sudadera raída; la moda en la juventud es libre y divertida, tiene sus límites en no salirse del grupo, aunque siempre se tendrán que salir, porque la juventud para la sociedad es una cuestión de edad, pero mientras no es así la diversión puede seguir, si un joven  se viste como adulto, es visto así por su grupo como algo adulto, sale del grupo y de sus códigos, es joven pero no se comporta como tal;  la moda en los jóvenes pertenece a un mundo en donde hay una mezcla de frescura, rebeldía, es retadora y desafiante a su época,  la desarmonía de sus arreglos muestra que son jóvenes, incluso se identifica qué clase de jóvenes son, darketos, punks, fresas, rockeros, hippies, sus formas tienen que ver con la música que escuchan, lo que piensan, o contra lo que se rebelan.  Estos grupos son el ejemplo más claro de la pertenencia a un grupo, los cuales se dan a conocer también y principalmente por su apariencia.

Ya sea un joven, un adulto, un viejo o un niño, todos salen a la calle disfrazados de lo que son y quieren ser,  en ese disfraz hay un arte diario cotidiano (Fernández 2000), que refleja la creación propia de las personas en la moda, por ejemplo, uno puede alaciarse el pelo y ponerle un moñito al arreglo y hay una especie de juego, como si el vestirnos nos cambiara y fuéramos las personas que nos gustaría ser, pero también nos brinda la posibilidad de pertenecer, al disfrazarnos sabemos que pertenecemos. Aún cuando esa pertenencia sea algo impuesto o no tenga el sentido que nos complete, aún así saber que somos parte nos lleva a seguir en ese juego. La máscara que llevamos de todos los días es algo que no nos podemos quitar sin dejar de ser de esa sociedad.
Arte y Fantasía de las Colectividades.

Abbagnano (2004), define que la fantasía es una imaginación sin regla y sin freno, junto con este significado en el romanticismo se elaboró que la fantasía es la imaginación creadora, la fantasía contiene el carácter desordenado y rebelde de la imaginación, Gentile planteó a la fantasía como un puro sentimiento; Kant dice de la fantasía: “Jugamos a menudo y gustosos con la imaginación, pero ésta cuando es fantasía, juega también con nosotros a menudo y a veces mal” (p. 473). Curiosamente los sentimientos hacen lo mismo, pero en el caso de la forma de la moda la fantasía es su papel creador, la fantasía de lo que queremos ser y a que queremos parecernos, la moda en la sociedad es la imagen de lo que la sociedad es. La fantasía se crea en la colectividad y es un arte, es un sentimiento que se puede convertir en muchas formas, una de ellas es la forma de la moda.

Expone Simmel (1905/1999), que la moda es un producto de necesidades sociales y psicológicas puesto que no responde a finalidades objetivas, la forma de la moda es caprichosa, inconstante en su duración, antojadiza, voluble, versátil, todos estos atributos hacen que la moda tenga ese atractivo y expansión y al mismo tiempo esa facilidad con la que se destruye.  La moda no tiene ningún factor de utilidad, a veces es aberrante: como las pelucas que utilizaba Luís XIV, altas, picudas y rizadas, que forman parte del periodo Barroco, caracterizado por el exceso de adornos y el predominio de la línea curva (Cosgrave, 2000); a veces la moda también puede ser bella, como la elegancia clásica de los griegos, con prendas sencillas que se ajustaban al molde del cuerpo y el cabello con rizos en espiral (Cosgrave, 2000).  Con estos ejemplos hemos visto como la moda puede ser diametralmente opuesta a sí misma, lo importante que plantea Simmel (1905/1999) de la moda, es que ésta muestra su total incomprensión por las normas objetivas de la vida, tal como los sentimientos que hacen lo mismo.

La moda es una forma de la colectividad, tiene como hasta ahora hemos visto, una peculiar composición que tiene de suyo e inherente a ella, a la afectividad, no como una obviedad o un decreto, sino como el sentimiento reflejado en su imagen y en el uso de ella, sentimiento que es la forma de la moda de una sociedad.

La moda es un producto de necesidades sociales pero también psicológicas, esto se demuestra porque no está justificada por ninguna referencia de finalidad objetiva, estética o de cualquier otra (Simmel, 1905/1999). Su finalidad como los afectos es ninguna, no es una forma utilitaria aunque así la quieran hacer, no tiene sentido ni lógica; ni los que la usan, ni los que la crean sienten en la moda ese uso, surge sin sentido y de esa manera desaparece.

Dice Simmel (1905/1999), que la actitud con la que el ser humano ve a la moda, es a todas luces una mezcla llena de aceptación y envidia, envidia al grupo que lleva cierta moda o al individuo que se distingue en ella y al mismo tiempo aceptación como miembro de un grupo.

La moda como forma social, tiene en ella un arte de todos los días que la transforma, crea y destruye, es este arte cotidiano del cual ya se ha hablado en el capítulo I, y que pertenece enteramente a lo que creamos y hacemos a diario, es decir, la moda no sólo la generan los diseñadores y la industria, es también producto de lo que se vive día con día.

El que lleva la moda se convierte de insignificante a el representante de una colectividad, en la encarnación especial de un espíritu colectivo (Simmel, 1905/1999), basta ver que para construir la historia de la moda, se ha hecho uso de muchos de los retratos que la aristocracia se mandaba hacer para dejar constancia de su importancia posando con sus atuendos, de esta forma tenemos por ejemplos retratos en pintura de Arnolfini y esposa, realizado en la edad media por Jan Van Eyck  (Cosgrave, 2000, p. 111), de Enrique Duque de Sajonia (Cosgrave, 2000, p. 123), de Ana Bolena, 2ª mujer de Enrique VIII (Cosgrave, 2000,p. 136), de Madame de Sévigné famosa organizadora de fiestas de salón (Cosgrave, 2000,p. 146), de Luis XIV (Cosgrave, 2000, p. 153), de Madame Seriziat pintura de Jacques Louis David en 1795 (Cosgrave, 2000,p. 170), algunos de ellos figuras históricas importantes por sus acciones políticas y/o artísticas, otros más, dice Simmel, plasmados como representantes de una colectividad, están ahí muchas veces sólo por el hecho de haber pertenecido a una clase privilegiada que se permitía inmortalizarse en arte, su valor también radica en el que sea una pintura aceptada por su belleza o popularidad, de cualquier manera todas estas imágenes se convirtieron en el modelo representativo de lo que fue una época. Incluso en  la  actualidad  con  la  fotografía  podemos  ver  en  revistas lo que ahora se conoce como top model –fenómeno creado por Gianini Versace (Cosgrave, 2000)– modelos que son famosas por ser la cara de la moda y representar en imagen lo que la moda es en la actualidad, claro que muchas veces o la mayoría son las representantes de lo que las marcas dicen que es la moda, pero de eso ya hablaremos más adelante.

Plantea Simmel (1905/1999), que en la moda la personalidad se encaja en un esquema general, aún cuando ese esquema posee un matiz individual y éste sustituye por vía social, lo que a la personalidad le esta negado por acceso puramente individual. Como lo que sucede con la cultura femenina: la moda ya se ha mencionado, expresa simultáneamente el impulso hacia la igualación y hacia la individualización, es un deseo de imitación y distinción, Simmel explica el por qué en general las mujeres dependen tanto de la moda, teniendo que ver con la vulnerabilidad de la posición social que las mujeres han tenido a lo largo de la historia, se explica su estrecha relación con las costumbres, las convenciones y el modo de vida universalmente aceptado y válido, las mujeres intentan conseguir ese grado relativo de individualización y distinción de la personalidad individual, la moda les ofrece esa oportunidad.

La moda y la cultura femenina siempre han estado estrechamente relacionadas, la mujer a lo largo de la historia ha tenido un papel de subordinación y exclusión, con respecto de la sociedad y de los hombres, esta situación la ha llevado a encontrar en la moda, ese respiro de distinción y expresión de su libertad reprimida y al mismo tiempo el logro de aceptación dentro del grupo social.

Simmel (1905/1999), señala que como ejemplo de esto, tenemos que en los siglos XIV y XV, Alemania registró un desarrollo de la libertad de la individualidad después del Medievo, sin embargo, para esos tiempos las mujeres carecían de un papel en este desarrollo, por lo que sus modas eran extravagantes y excesivas.  Al contrario de Italia, que por la misma época, las mujeres gozaron la posibilidad de mayor desarrollo personal, es decir, tenían oportunidad de cultivarse, de actuar hacia el exterior y de diferenciarse personalmente, la educación y la libertad eran casi las mismas para los dos sexos, por lo que no se reportan datos sobre extravagancias especiales de la moda femenina en Italia en ese período.

Simmel (1905/1999), indica que a la mujer se le ha impuesto el papel de “paria” en la sociedad, esto ocasiona que la mujer sea la precursora de nuevas modas, ya que de esta forma encuentra la libertad que le es negada;  el papel que la sociedad le impone despierta en ella un odio hacia todo lo legalizado y establecido, este odio halla expresión en la búsqueda de diferentes formas de expresión como nuevas e insólitas modas, en la radicalidad con la que adopta las más opuestas a las vigentes, en palabras de Simmel se  observa  “subyace una forma estética del instinto destructivo, que parece común a todos los parias cuando no están esclavizados interiormente” (p. 57).

Es por eso que también la mujer de hoy en su búsqueda por un papel más equitativo y diferente del que se le ha adjudicado, subraya muchas veces su indiferencia ante la moda, no totalmente pero ya no es lo único que tiene por hacer, ni su único papel. A pesar de esto, el rol de la mujer en la sociedad sigue siendo de inferioridad, la moda sigue jugando en la mujer un papel importante, es por eso que hacia ella se dirige especialmente gran parte de la industria de la moda, llenando numerosas publicaciones y espacios publicitarios.

La moda no tiene fines utilitarios, Descamps (1979), marca que es un gusto, un mero gusto que se propaga, se da por la fantasía que tiene la gente, si la fantasía comprende el uso de las pelucas así se realiza, se usan pelucas desde las más sencillas hasta las más estrafalarias y extravagantes, si la fantasía son los jeans, se cubren todos los estilos; jeans para hombres (estrechos), jeans para mujeres (más anchos de las caderas), colores en azul claro, oscuro, término medio, incluso de colores, la fantasía se cumple y se genera de las colectividades, la fantasía de tener faldas más cortas, camisetas más cómodas, pelos parados, más largos para algunos hombres, más cortos para las mujeres, el dobladillo sencillo o doble, el vestido más escotado o más formal, el moño en el cabello, el maquillaje cargado o sencillo, las pestañas largas, el cabello güero, castaño, rojo, azul, verde; pero eso ahí no para y la fantasía abarca más allá, todavía más, si la fantasía es crear personalidades, formas de ser, formas de vivir, sueños y todas las demás ilusiones que se nos ocurran, también pueden convertirse en moda, esto no quiere decir que la ideología, la personalidad, etcétera, no se apoderen del ser completamente y dejen de ser moda, pero si en ocasiones solo son moda; la fantasía crea modas y no nada más ni necesariamente, ni únicamente, pero de la forma de la moda es su principio creativo, su primer impulso colectivo.

Por ejemplo, tenemos que el uso del pantalón en la mujer entró al guardarropa femenino durante la segunda guerra mundial: ante la falta de dinero algunas mujeres incorporaron a su guardarropa la ropa de sus maridos que estaban en la guerra (Cosgrave, 2000). También los brotes de liberación femenina en el siglo XX provocaron que la mujer comenzara a usar una prenda que había sido casi exclusiva del hombre. De cualquier manera la industria y los diseñadores se percataron de estos cambios y comenzaron a incorporar el pantalón en la llamada mujer moderna.

La moda puede implicar y ha implicado muchas cosas: puede designar la difusión súbita de un objeto o de un uso, como la propagación de tenedores en el siglo XVI o el de la bicicleta en el siglo XIX.  Otra acepción es que la moda es algo que persiste y se propaga por el mero gusto; la moda es un gusto, trasciende sin ninguna necesidad utilitaria y es una fantasía; como la propagación de las novelas policíacas o de los filmes Western.  La moda entonces es súbita, sin razón, como un capricho, como surgen las fantasías y los sueños, como la moda de las crinolinas o los adornos de plástico utilizados en la joyería.


La Fantasía Oculta

Qué mejor que el deseo oculto, lo que no se sabe ni se puede planear, la moda es así, ésta se oculta para hacerse ver, el atractivo de ella es su revelación y vuelve a ocultarse para volver a empezar, como la coquetería que Simmel esboza, en donde el deseo se manifiesta por ese sentido de lo oculto, que no sabemos que es, que se revela y esconde al mismo tiempo.

La moda mantiene ante todos la curiosidad siempre despierta, tiene su lado oculto, su juego consiste en esconderse y revelarse, surge de este juego una especie de erotismo que vuelve a la moda deseable, un objeto de deseo.  Descamps (1979), apunta al respecto que en la moda el erotismo y el pudor están tan estrechamente implicados que nada podría separarlos. De este deseo tiene la moda la garantía de permanecer no importando los cambios que tenga, el deseo de tener lo que en gran parte desconocemos.

Y es en ese factor oculto de la moda donde se muestra su facultad de presentarse como novedosa (Descamps 1979), esto no es de extrañar porque como forma en una situación dada, la moda siempre es distinta, pero la novedad como cualidad de la moda no sólo se debe entender así, sino como la capacidad que tiene para reinventarse a sí misma, entonces podemos ver cómo es posible que los pantalones jeans acampanados de los setentas se reinventen en los noventas y se vuelven otra vez una moda, una novedad, un objeto de integración y deseo, aún cuando ya no sean los mismo jeans de antes, porque la moda con todo y pantalones acampanados refleja la época de los noventas y a su sociedad.

La moda se reinventa a sí misma con elementos de la época y elementos del pasado, si estamos en la era de la tecnología podemos ver como la moda puede contener elementos futuristas o tecnológicos y al mismo tiempo puede contener elementos del pasado combinados con la época, aún así siempre es la forma del presente, representa el momento en el que surge, ese es su tiempo y su espacio, por eso no podemos hablar de que regresamos al pasado cuando la moda toma elementos del mismo.

La novedad de la moda implica que la colectividad también se reinventa con ella y en eso adquiere un nuevo componente de sorpresa.  Aun cuando la moda toma elementos viejos, esta se presenta siempre como nueva, es la novedad, la moda como forma va modificando sus contenidos, por eso nunca será la misma, pero al mismo tiempo la forma de la moda permanece cuando termina, así que la situación deja de ser lo que fue y surge otra cosa, bien lo señala Descamps (1979),  la moda acaba, no es eterna, al consagrarse se muere, pierde todo su efecto de novedad, al agotarse se ve en la necesidad de reinventarse y cambia.



Su Modo de Ser


El Vacío Contemporáneo Encarnado en Moda.

L
os atributos de vaciedad o frivolidad que se le atribuyen a la moda, tienen que ver en que, como Simmel indica, la forma de la moda se sitúa en la periferia del individuo, no se apodera de él totalmente, no llega para quedarse, pero sí para volver, esto le permite a la moda situarse como imagen, cambiar continuamente, innovarse, de ahí su atractivo y también su fin.  La moda no deja de ser imagen, aún cuando en ella nos estamos relacionando y comunicando. Gergen (1992), al respecto señala que la forma social de la moda no posee las cualidades de dar un total sentido al ser, a pesar de esto, paradójicamente el estilo, el estar a la moda si posee cualidades poderosas de atracción y aceptación ante los demás, brinda la sensación de que uno es lo que la moda representa ser.

En la televisión han aumentado los programas de moda, secciones y canales enteros, están hablando de la moda, los críticos dicen que ponerse y que no ponerse; eso de que el amor a primera vista entra por los ojos es cierto y su medio es la moda, lo que las personas se fijen como imagen, será en lo primero en que se fijaran los demás y viceversa, el juicio versa sobre la imagen de las personas y radica en gran medida en cómo se ven, y es a partir de esto que nos relacionamos y actuamos en nuestros trabajos, escuelas, en todos los niveles en los que la moda se presente. Pareciera entonces que se es lo que se representa ser.

La moda se presenta según la sociedad, en sus valores, sus costumbres, su cultura; no siempre es la misma, de hecho nunca es la misma, Hinojosa plantea: una moda puede crearse fuera del campo de las costumbres presentándose de manera inusual (En Fernández, A. J., 1988), debido a su condición “caprichosa”, sin embargo, esto casi no sucede en sociedades estáticas como tribus primitivas, se modifica dependiendo de donde se forme, por ejemplo:

Relata Simmel (1905/1999), sobre la historia de los pueblos que viven en comunidad, en vecindad, en condiciones de cohesión, implica para el caso de la forma de la moda, que ésta se presenta de diferente manera en ellos; en la moda se afirma la cohesión del grupo y todos a su manera la generan y asimilan; la moda en estos pueblos es más estable, porque la necesidad de diferenciación no es tan acentuada como en las sociedades occidentales,  la moda que se genera en estas culturas tiende más hacia la agrupación, son más comunistas, más comunitarios. En concreto Simmel (1905/1999) escribe que: “Entre los pueblos primitivos la moda tiene menos importancia y es más estable porque la necesidad de impresiones y formas de vida nuevas, a parte de su incidencia social, es menor” (p. 44).

Aludiendo a lo anterior podemos ver que en las comunidades indígenas el uso de la vestimenta tradicional conserva elementos muy antiguos, si bien ha ido cambiando conforme el paso del tiempo, el tejido tradicional se mantiene así como algunas de sus costumbres, sin embargo, también es posible ver algunos cambios: la blusa se ha ido modificando, conserva el tejido tradicional pero su forma se adapta a los cambios que la sociedad vaya dictaminando o a las influencias externas.  Sucede ahora que la mayoría de los pueblos originarios se van desvaneciendo lo mismo que sus costumbres, por lo tanto la moda que ellos generan; llega a partir de la occidentalización una moda nueva, otras influencias, otras costumbres que inciden primordialmente en los jóvenes, muchos ya no quieren llevar sus vestimentas tradicionales, ni sus costumbres, lo que son y los identificaba como parte de esa comunidad se va desvaneciendo y tratan de ser parte de ese algo nuevo que se les presenta, es curioso pero entre más entra la cultura occidental a esas comunidades su fractura es mayor y tienden a desaparecer.



Para Gergen (1992), la forma social de la moda en la posmodernidad, está enmarcada en una condición de Narcisismo del “yo”, es una búsqueda permanente de auto gratificación; la forma social en donde se refleja con mayor claridad esta caracterización del “yo” es la de la moda.

Los hombres, por ejemplo, actualmente demuestran un interés mayor en la moda, cosa que antes no sucedía, por lo menos no tanto como ahora; refiere Gergen (1992), que en la modernidad el “yo” era algo que estaba ahí, confiable, reconocible, en ese caso la moda no es el medio de la expresión personal, sino una finalidad practica: vestirse para trabajar, un traje especial para los eventos festivos, para los domingos, sin embargo, Gergen (1992) puntualiza, que en la conciencia posmoderna no existe ningún “yo” único y estable, este “yo” posmoderno está fragmentado, significa y es muchas cosas, requiere de una referencia externa, esto en comparación con el “yo” de la modernidad, que era más estable, implica para este “yo” posmoderno tener una necesidad mayor de uso de la moda, esa referencia externa y social que tenemos de nosotros, tanto de hombres como de mujeres; si la ropa es la adecuada se convierte en la vía correcta mediante la cual nos mostramos.

Los metros sexuales, es el mote que se le está dando a algunos hombres que hacen del arreglo personal y la moda un elemento fundamental en su vida, se peinan, se visten, se ponen tratamientos faciales, su cabello luce con peinados y cortes elaborados, todo esto va a la moda, no implica y no tiene que ver el asunto de la identidad sexual como se pensaría, pero si implica un cambio en la identidad masculina que desde hace años el hombre ha ido cargando y que también a la fecha ha sido muy cuestionada.  La cultura occidental había otorgado al hombre la idea de un ser más sólido y unitario, a diferencia del papel que a la mujer le había otorgado, el cambio en el hombre es más brusco y ha puesto en tela de juicio este papel masculino, el hombre ha buscado en la moda ese ser que ya se está desdibujando, ya sea para reivindicarse o para buscar sentido a lo que dejo de tenerlo.


Contexto

Para llegar al momento actual de nuestra sociedad vale la pena revisar un poco, cómo es que estamos metidos en este enredo. La llegada de la Revolución Industrial fue un suceso importante que llegó a marcar otra dinámica tanto en la historia de la humanidad como en la moda. Este acontecimiento cambió a la sociedad y con ello a la forma de trabajo, junto con la forma económica que se llevaba a cabo; en primer término esto ocurrió en Inglaterra; en concreto la llegada de la Revolución Industrial aseguró el triunfo del trabajo mecánico sobre el trabajo manual y el inicio del sistema económico capitalista; el primer invento que llegó en este contexto fue la máquina conocida como “Jenny” del tejedor James Hargreaves en 1764; ésta era una hiladora mecánica que todavía se movía a mano pero que permitía hilar en el mismo tiempo mucho más hilo que antes, éstas y otras máquinas vieron redoblada su importancia al inventarse la máquina de vapor por James Watt en 1764, que sirvió entre otras aplicaciones para mover las máquinas de hilar por sí solas. (Engels, 1845/1979)

Con la llegada de la Revolución Industrial, la industria del vestido entre otras cosas se modificó radicalmente, la producción se realizó en forma masiva, de modo que éste fue el primer impulso de la moda a la manera industrial (Cosgrave, 2000). Este autor, indica que los avances tecnológicos impulsaron a la industria de la moda hacia la producción en masa, crecieron los bazares en donde se podía comprar ropa o accesorios, la aristocracia comenzó a ir a las tiendas como un pasatiempo, se abrieron grandes almacenes en los cuales se conseguía toda clase de productos.

La industria expandió toda una serie de artículos que llegaban a las personas de manera masiva y rápida, este cambio ha modificado profundamente la forma de vida de las personas y por lo tanto, a la forma social de la moda. Han pasado muchas cosas desde entonces pero llegamos al siglo XX y XXI con esa herencia, que le antecede y le marca de manera profunda. El siglo XX es el siglo de las modas, es la época en donde según Lipovetsky (1987), la explosión de las necesidades está mediada por la publicidad de las stars y de las superventas, lo efímero invade el universo de los objetos.

La moda se ha convertido en un elemento económico-social-productivo (Simmel, 1905/1999), del cual se desprende toda una industria interesada en este ramo, si bien la moda como forma social no necesariamente se adapta a las conveniencias, objetivos y finalidades que se le quieran imponer, sin duda la moda si se usa para los fines comerciales que se le asignen, aún así ésta puede ser independiente de lo que se le imponga; cuando la moda se vuelve totalmente una mercancía, termina en una vaciedad y frivolidad en donde el arte desaparece y su sonrisa se convierte en mueca.


Una Cuestión de Clases

Simmel (1905/1999), observa que las clases económicamente altas generan moda, cuando las clases económicamente bajas adoptan la moda y cruzan la línea entre su clase rompiendo la unidad de pertenencia, las clases altas se apartan de esa moda y buscan una nueva con la cual diferenciarse de la masa, esto sucede porque las clases bajas tienden a mirar hacia arriba e imitar para parecerse. Para las clases altas, distarse de las clases más bajas radica en la necesidad de diferenciarse de ellos para no parecer y ser iguales, la igualdad no puede aparecer como una opción porque podría establecerse una igualdad en otros términos, como el económico y eso para la clase alta significaría su desaparición y la pérdida de poder.

A pesar de la que las clases altas se han erigido como los creadores y generadores de la moda, no son los únicos, todas las clases sociales están en el constante juego de creación de formas sociales incluida la moda; unas clases copian a otras, lo único que sí ha permanecido es el hecho de que las clases sociales altas, pretenden que su moda sea la única que tenga el criterio de belleza, aún cuando no sea así, éstos se muestran ante los demás como los del buen gusto, los que tienen el estilo, claro, dicen que los demás son unos “nacos”, esta percepción se extiende hacia las clases sociales bajas, las cuales buscan imitar y parecerse a esa clase, porque se piensa que ellos por estar en ese lugar son mejores y se quisiera llegar a tener ese privilegio, aún cuando también esta postura es mirada con rechazo o con burla, como cuando se imita la forma de hablar de los fresas y de la falta de sentido y vaciedad que estas expresiones pueden tener,  es cuando la llamada clase baja se da cuenta de que el valor no radica en el status que se tenga, dejan de mirar a la clase alta como mejores y dejan de imitarlos.

Pero lo contrario también sucede, las clases inferiores generan su propia moda, la adoptan y se identifican con ella, esto les permite diferenciarse de la clase dominante, de los que se ven y piensan diferente de ellos. Se generan sus propias identidades o se preservan las que se van perdiendo.

Indica Lipovetsky (1987), que actualmente la moda ha dejado de ser el privilegio de una elite social, todas las clases están inmersas en la moda y en la fiebre del momento, para este autor esta es la época de “la moda plena”, lo más importante es que ésta no nada más se sitúa con el lujo y las apariencias, es un proceso que hace y rehace el perfil de las sociedades. Aún así la moda no deja de ser un elemento de diferenciación de clases, aún cuando la moda en esta época se encuentre en todos los estratos posibles la diferencia sigue siendo marcada, no es lo mismo usar el jeans diseño exclusivo de Donatella Versace que la imitación que todos podemos encontrar en los mercados, la diferencia puede ser una sutileza, pero es una sutileza descifrable.


Colectividad, Moda y Poder.

La moda usada desde el poder ambiciona imponerse y perennizarse, a la moda la toma de donde originalmente surgió y no es ya como se había mencionado, nada más un asunto de clases, sino de colectividades, sólo que desde el poder, la moda  sirve para estabilizar e institucionalizar al mismo poder, tratando de hacer de la forma un molde, como señala Descamps (1979) que aconteció en la Revolución Francesa, en donde se impuso el uso del pantalón y los puritanos de la época favorecieron el negro o como el cuello de  Mao que se volvió el uniforme de 900 millones de hombres. La moda desde el poder es sombría, impositiva, es una moda que pierde toda su esencia colectiva originaria.

Sin embargo, la moda sigue, no pierde bajo ninguna circunstancia, siempre es novedad como sentir el aire fresco de la tarde, se refleja en la vestimenta de las personas, en lo que no se dice pero que está, en sus modismos como: “Que onda güey”, “Que quieres güey”, “Nada que ver güey”, “Ahí nos vemos güey”. Esta forma disparatada e inevitablemente contagiante plantea en nuestra actual sociedad que quien no está a la moda no está en la sociedad y aún los que se fijan individualmente y muy firmemente no estar a la moda es probable que se encuentren en alguna.

Se hace necesario subrayar que estar en la forma de la moda no implica vaciedad, el asunto radica en que en la actualidad la moda se percibe como un todo, en la cual la misma forma no se puede sostener, de ahí lo banal de su presencia. Digamos que no es lo mismo ser un hippie como los de los sesenta y setenta que creían en un mundo distinto que tenían ideologías, a pensar en un hippie, cualquiera que sea la época, que vea en la imagen, el sentido de llenar su vida sin crear nada más.

La moda no es lo que los diseñadores dicen que es, la moda como forma social es lo que el sentimiento de las colectividades desea que sea, una forma que se plantea en su imagen lo que es la cultura de la gente, como podemos constatar que pasa en comunidades indígenas donde la modernidad y la occidentalización no ha penetrado por completo; a veces es una forma cargada, es un reflejo extravagante y salida de contenciones como se refleja en la historia de las mujeres; la forma exacerbada que se presenta ahora, es la forma en la que el uso de la imagen pretende tomarse como un todo, como si en ella se fuera a encontrar el sentido de lo que somos.


Medios de Comunicación y Marcas

Las marcas tienen acceso a todo el mundo, prácticamente se pueden encontrar los mismos productos en Inglaterra, China, o México. Los medios de comunicación junto con las grandes corporaciones llegan a toda la gente, y llegan con un discurso, con una imagen, principalmente quieren vender, pero también sostener una sociedad a partir de los parámetros que ellos marcan, porque de esta manera ellos continúan vendiendo y ganando. Junto con las marcas llegó al siglo XX los medios masivos de comunicación, que hasta ahora se han convertido en un poder en las sociedades.

Los medios de comunicación representan el humor, el sentimiento, la opinión y la actualidad de lo que dicen es la sociedad, pero también ahora representan y expresan lo que la sociedad debe ser y simbolizar; indican que es lo que se debe pensar, que sentir, que vestir, cual es su imagen y su origen, si se debe ser nacionalista, si hay que regresar al pasado prehispánico, si hay que ser modernos y prácticos, que expone la ciencia, etc. Lo que ellos planteen es hacia donde la sociedad debe mirar, muchas veces les funciona, pero no siempre, porque la sociedad también lleva sus propios ritmos y sentidos.

El objetivo que se ha ido creando con los medios de comunicación masivos, que son controlados desde el poder, es que la sociedad sea transformada a imagen de los que están en el poder, incluidos medios de comunicación e intereses económicos que los acompañan, todos ellos desde hace mucho tratan de decirnos lo que debe ser la sociedad.

Así también y de manera muy importante se han introducido en la forma de la moda, primero como sus difusores, después y ahora como sus promotores y creadores, llegando al colmo que prácticamente si no sale en la tele no está de moda.

Cuenta Gergen (1992), que 1946 es el año en que surge la televisión comercial, a partir de este inicio se vendieron un millón de televisores, para 1959 salieron 50 millones más, en los ochentas existían en todo el mundo unos ochocientos millones de aparatos de televisión.

Los medios se han convertido en un poder en la sociedad impresionante, su influencia en las relaciones sociales, la opinión y la imagen de las sociedades es indiscutible, se han convertido en generadores de imagen, los medios actualmente le llegan a todo el mundo por la televisión, el Internet, la radio, revistas, periódicos, etcétera; Schickel (1985), en su obra Intimate Strangers: The Culture of Celebrity, plantea que los medios de comunicación generan un sentimiento ilusorio de intimidad con las celebridades; de los llamados famosos tenemos una serie de informaciones y biografías, no nada más sobre su vida pública sino también sobre aspectos de su vida privada, esto hace que las personas las instalen en sus significados, de ser personas muy alejadas, de pronto los vemos como alguien muy cercano, para Gergen (1992), esto lleva a que se termina amándolos, compadeciéndose de su suerte, simpatizando con ellos o abominándolos, Heinel dice que todo esto permite que individuos pertenecientes a sectores muy distintos de la sociedad entablen diálogo entre sí con las celebridades como su marco de referencia común; las celebridades llegan a formar parte de nuestra comunidad, sin estar físicamente en ella (En Gergen, 1992).

Carlos Fazio (2000), señala que desde que la televisión tomó el poder, la imagen determina la realidad, y es que en nuestro mundo de hoy, si no hay imagen no hay realidad. Lo que no se ve o no aparece en televisión no existe. Este mismo autor señala que Sartori (1999), plantea que el acto de “telever” ha provocado un cambio en la naturaleza del hombre: sometida a la primacía de la imagen, la sociedad está condenada a “ver sin entender” (En Rajchenberg y Fazio, 2000).

A una persona en Japón le pueden gustar los Rolling Stones, Los Beatles, los Red Hot Chili Peppers, Madonna o Green Day, a una persona de México le pueden gustar los mismos grupos, además de Rebelde, muchos de los personajes que están en estos grupos se vuelven celebridades, se vuelven parte de la comunidad tanto de la persona que está en el Japón como de la que está en México. Al respecto Gergen (1992), plantea: “Recurrimos cada vez más a los medios y no a nuestra percepción sensorial para que nos digan lo que pasa” (p. 86). Esto cobra importancia cuando de las celebridades tomamos la imagen y tanto la figura es una moda, como también nos transmite la moda que nos quieren vender. Cosgrave (2000), señala que Gianni Versace supo utilizar el gran poder mediático de las top models, a quienes proporcionaba vestidos de su colección para que los utilizaran en fiestas o eventos públicos; otros diseñadores han hecho lo mismo con músicos y actores, desde Madonna, Jacqueline Kennedy, la trágica Lady Di y muchos más, todas son celebridades que han transmitido la moda de los diseñadores, es decir, vendido esa parte comercial de la moda.

La relación entre los medios de comunicación y las marcas se ha estrechado, la imagen que los medios han tratado de reflejar en las sociedades, cada vez se va pareciendo a lo que las marcas tratan de reflejar, el fin es seguir presentes en el dominio público. De esto se ha hecho cargo el llamado marketing, es una de las palabras más usadas en la actualidad, según el Diccionario de la Lengua Española (2001), este término se refiere a la mercadotecnia la cual tiene que ver con el conjunto de principios y prácticas que buscan el aumento del comercio, especialmente el que se refiere a la demanda, más preciso el marketing o mercadotecnia, tiene que ver con cómo vender más y cómo crear más consumidores de productos.

En los años sesenta, surgen de la cultura juvenil expresiones conocidas como el rock and roll, la beat generation, el flower power, la irreverencia envuelta en rebeldía, el uso de drogas, la proclama de la paz, todo situado en un contexto de conflicto ideológico entre una nueva generación y la ya establecida, esto causo cambios en la sociedad. Las colectividades que se habían conformado y habían formado este boom de los sesenta se esfumaron en la suma de individualidades, por ello poco a poco la identidad del grupo se fue desvaneciendo; a falta de esta identidad colectiva, las individualidades buscaron su identidad perdida, las marcas proporcionaron un  parche y generaron identidades en mercancías, en las celebridades que nos las venden, a fin de cuentas en la moda, el mercado se ha beneficiado retomando estas expresiones y aprovechando su auge, sobre todo en los jóvenes, las hizo vendibles, les quitó significado y las convirtió en meras mercancías, la ideología se ha convertido en un producto vendible, en una moda.

El hecho de que la moda tenga tal relevancia en las sociedades no se debe a un efecto gratuito, por ejemplo: Klein (1999), relata que en 1992 había una crisis de las marcas, que no reflejaban en su imagen la cultura que de las colectividades iba surgiendo, para ese entonces se produjo un cambio de actitud, éste involucró las nuevas fuentes de imaginería que las colectividades creaban y reflejaban como necesidad, eran esos espacios que se les había negado desde hace mucho tiempo: las identidades sexuales, las raciales, que eran demandas por las que se ha luchado desde hace tiempo, fueron reemplazados por espacios de marketing. De modo que salieron gorras con la imagen de Malcolm X, camisetas que decían frases como “silencio o muerte, “Do me feminism”, este cambio de actitud señala Klein (1999), no está basado en una transformación del propio colectivo sino en ciertos cálculos políticos, la empresa de consumo Yankelovich, publica en 1997 un libro donde plantea que la idea fundamental de “la diversidad”, es la idea definitoria de los defensores de los géneros, estar a favor de la pluralidad y los estilos alternativos de vida, es el sello de esta generación, que en los próximos años se arraigará. Con estas tendencias, el mercado fijo su mirada hacia el tema clave: la identidad. Para lograr su sobrevivencia tuvo que inclinarse hacia dos puntos claves: primero se tenían que crear imperios basados en identidades de marca y segundo el creciente sector demográfico juvenil era el nuevo sujeto consumidor para lograr el éxito en el mercado. En conclusión para seguir sobreviviendo toda empresa con visión de futuro debería adoptar variaciones del tema de la diversidad como identidad de la marca (En Klein, 1999).

Todo esto resulta curioso porque Eco (2006), denota que el modelo de belleza propuesto por los medios de comunicación masivos  produjo una doble censura en cuanto a la belleza que se supone promueve, por un lado nos colocaban un modelo de “mujer fatal” representado en Greta Garbo por el otro estaba el modelo de “la vecina de al lado” encarnado en Doris Day, la moda ofrece trajes suntuosos y al mismo tiempo andróginos como los de Cocó Chanel, es decir el modelo de belleza es doble o triple, como dirigido a todo público,  ya que de esta manera los medios encuentran un público más amplio que se identifique con sus productos, implica Eco con esto  que no existe  un ideal estético sino un imparable politeísmo de la belleza y más bien lo que este autor llama la belleza del consumo.

Por lo cual ahora, tenemos productos para cuantas identidades tengamos: como para los gays, los del tercer mundo, los vegetarianos, las mujeres, los metrosexuales, los jóvenes, las razas, las luchas de los derechos humanos, los deportistas, etc.

Estas marcas que venden productos con identidad se reflejan en la gente, por ejemplo, para los que están a favor de los derechos gays y que están involucrados con este movimiento, la cuestión es profunda, tiene que ver con formas sociales que están cargadas de convicciones ideológicas y sentimientos que difícilmente se agotan como la moda, pero para el caso de las marcas, la reivindicación de los derechos de los gays tiene que ver con impulsar un producto, crear una moda que provoque el consumo, es vano porque todo el asunto nada más consiste en comprar una bandera, un look, que se vea gay, pero después de que lo compras ya no queda nada más, en cuanto se acaba el furor se acaba la moda y con ella la reivindicación de los derechos de los gays. Mendelsohn dice que la identidad gay ha pasado a ser un conjunto de opciones de productos, donde hay desde programas gays hasta de estilo de cómo es ser gay. (En Klein, 1999). Dice Galeano (1993), que en realidad lo que tenemos ahora es la libertad que da el mercado para que aceptemos sus precios

Para Klein (1999), las políticas de identidad que las marcas emprendieron no tenían que ver con la lucha contra un sistema y no era intención de ellas subvertirlo, al contrario esta nueva política alimentaba de forma inimaginable al sistema; Powers (1997), escribe que la aparición del llamado “poder de las chicas” no fue una revolución, sino la aparición del centro comercial, lo que fue un movimiento político social se convierte en una excursión consumista, en donde las chicas tienen la libertad de escoger de un perchero la identidad que más les guste, como la de las Spice Girls: deportista, tonta, sexy, fatal, tierna, ambiciosa, no importa cuál sea, si la compras te la puedes poner para andar así por la calle (En Klein, 1999).

El hecho de que las marcas hayan abierto a sus productos estas nuevas identidades, no cambia nada, como ya se dijo sigue siendo una moda y más bien distrae la atención, es claro que los derechos de los gays no han sido legislados y siguen condenándose mundialmente, para el caso de las mujeres la violencia ejercida contra ellas, el verlas como un objeto de uso, la ocultación y negación de lo femenino sigue igual y desenvolviendo en diferentes maneras, incluso más o igual de crueles. Los avances y que los hay, sobre estos dos temas, han cambiado a profundidad a las sociedades, se han realizado a través de duras luchas de movilizaciones sociales en diferentes tiempos; el hecho de que las marcas los utilicen no tiene que ver con un avance social, al contrario, implica un retroceso porque en la medida de que su uso se convierte en moda, como tal va a terminar, pero eso sí, les ha resultado muy rentable; Klein (1999), indica que este uso de las identidades comerciales se ha convertido en el mantra del capital mundial, una mina de oro, y según Goldstein en la salvadora del capitalismo tardío.


El Deseo

Señala Gilly (La Jornada, 09 de octubre de 1997), que la figura del Che se ha transformado en un objeto de marketing. El Che Guevara es una de las figuras revolucionarias y rebeldes del siglo XX, se ha convertido en un símbolo de rebeldía,  que lleva consigo una ideología, y que denuncia las injusticias sociales de Latinoamérica, el Che Guevara es parte de esa lucha y símbolo de ellas, una figura histórica incuestionable con un pensamiento e historial revolucionario significativo que ha trascendido su tiempo, sin duda el Che Guevara es mucho más, pero lo que aquí nos trae este tema es que la figura, el símbolo, el mito se ha convertido también en una imagen que es utilizada por la mercadotecnia.  El hecho es, que, es ahora una figura y símbolo comercial, que se vende  y que encuentra  su mercado principalmente en los jóvenes, esto se debe a que como señala Gilly (La Jornada, 09 de octubre de 1997), pues se trata de una moda, pero no únicamente moda, es el deseo mismo que se puede explicar por la palabra desafío; los jóvenes pueden adquirir camisetas con la imagen del Che, gorras, o demás artilugios comerciales, estar a la moda del Che da la idea de rebeldía, como imagen uno puede pasar como revolucionario, no sucede en todos, normalmente los jóvenes tratan de asimilar esa rebeldía, porque de ellos ésta es muy natural,  aun cuando a veces sólo se quede en la imagen de una camiseta; el desafío que menciona Gilly (La Jornada, 09 de octubre de 1997), puede ser visto como uno de los motivos por el cual los jóvenes en su condición se vuelven desafiantes hacia el sistema establecido, el desafío es el origen de esta moda. Para la industria este desafío no interesa, de todos modos es beneficioso pues lo venden como una especie de engaño: bueno está bien comprar camisetas del Che, mientras el sentido de lo que significa el símbolo se desvirtúe y se convierta en consumo y apariencia.

A pesar de esta comercialización y del uso de figuras simbólicas convertidas en meros objetos mercantiles, siempre hay que tomar en cuenta que las razones de la colectividad van más allá de lo que en el poder se dicta lo que debe ser la sociedad; al respecto Gilly (La Jornada, 09 de octubre de 1997) comenta: “De lo aún no vivido pero ya imaginado se nutre el deseo”, esta frase tiene sentido cuando vemos que la gente no nada más cae en la moda porque así se lo decretaron, si bien es cierto que como  nuestras miradas poco a poco se han ido posando en los medios de comunicación, pareciera  que sólo vemos las opciones que ahí se nos presentan, pero también se miran las alternativas que están y se crean de la memoria y las colectividades, de estas se alimenta ese deseo del que habla Gilly;  es en el caso del Che, el deseo de tomar un poco de lo que es la figura, el  mito, el símbolo, de ese algo de lo que se desconoce por no haberlo vivido, pero que es tan fuerte en sentidos como el de la rebeldía, o la honestidad, y va más allá, porque entonces pareciera que si usamos el símbolo éste nos puede convertir en algo de lo que a lo mejor estamos faltos, o de lo que quisiéramos ser, o más bien de lo que en estas sociedades modernas contemporáneas falta, es una vuelta a los orígenes que en algún momento construyó la colectividad, y en el caso del Che es el deseo de lo que todavía no ha podido ser.

Ese mismo deseo se encuentra en otras figuras, que representan cosas distintas, distintos anhelos, distintas fantasías; como encontrar en Marylin Monroe la belleza, la desventura, el deseo; en Jim Morrison la música, la poesía, el desafío; o en John Lennon la letra rebelde, la crítica, el talento, la paz. La búsqueda de este deseo se refleja también en la moda, deseamos ser bonitas, deseamos ser atléticos, deseamos tener algo en que creer, deseamos ser exitosos y reconocidos, deseamos ser felices, deseamos aventuras, deseamos sentir lo que se ha negado para sentir; la moda es el espacio que está ocupando parte de esos deseos, en  ella las sociedades contemporáneas depositan la búsqueda de todos estos deseos, no obstante estos como moda, es decir, como imagen no duran, se desvanecen en el aire.

Día con día, en la soledad del espejo transformamos nuestra imagen, tenemos en la compañía de esta soledad una sociedad entera que nos acompaña y que establece el cómo y hacia dónde, a nuestra imagen la hacemos corresponder a lo que los medios de comunicación constantemente nos bombardean sobre lo que hacer, de modo que en el espejo vamos arreglando y transformando esa imagen hasta hacerla corresponder a la sociedad a la que pertenecemos, la imagen que tenemos de nosotros se reconfigura y transforma: nos volteamos para ver si ya nos creció la panza o si los pantalones se ven bien de arriba hacia abajo, nos emperifollamos y ordenamos el cabello: lo alaciamos si está chino lo enchinamos si esta lacio, nos perfumamos y maquillamos: todo según a los colores y aromas que estén de moda y todo este esfuerzo genera la imagen que queremos representar en la calle, para efectivamente sentirnos que somos esa imagen.

Esto de la gran variedad que la globalización va dejando en las sociedades es un mito. Sorela (En Letras Libres, abril del 2000), apunta el cómo esta tremenda mercantilización, que por un lado se pensaría es inagotable en cuanto  a su variedad, más bien tiende a uniformarnos dentro de esa variedad; como tener que vestir de acuerdo a la temporada, si la temporada dice que los colores son blanco o negro uno puede entrar a las tiendas de ropa y encontrar prácticamente todos los diseños de ese color y si hay alguien que quiera vestir de rosa o verde tendrá que esperar a ver si en otra temporada a los diseñadores o los que se encuentren en el imperio de la moda se les ocurra necesario que esos colores vayan con la temporada; y esto no solo pasa con la ropa, pasa con los libros, la educación, en todos los aspectos de nuestra vida social; Sorela (2000) plantea el ejemplo de la educación que cada vez se vuelve más especializada, de manera que  a los estudiantes se les prepara para ejecutar una sola cosa no para aprender una gran variedad y seguir aprendiéndolas por siempre. Llegamos al momento en donde a las sociedades las están construyendo a partir del poder, la idea es el consumo, la venta de todo lo que se pueda vender, sin ninguna restricción y sin ninguna intervención de lo que en las colectividades se pueda construir.

La moda se ostenta como en una mezcla un tanto paradójica: por un lado están los medios de comunicación masivos representando al poder presente en las sociedades y dictaminando lo que debe ser de ellas, por otro lado está la construcción de las colectividades, del llamado contrapoder que se rige por contradecir lo que en el poder se dice e ir en contra de él; por ejemplo la jovencitas se pueden vestir como su ídolo juvenil Britney Spears, pero también le agregaran a ese arreglo esa parte que es de ellas de su cultura, de sus raíces, de su grupo de referencia, o también sucede que estas jovencitas o jóvenes se rebelan ante estos dictámenes que les imponen, se burlan de ellos y generan otros procesos, no es que se salgan de la forma social de la moda pero si tratan de buscar otros significados en donde ya no hay o se agotaron. El modelo de moda que nos presentan en los desfiles de alta costura no es el mismo que el que se ve cotidianamente en las calles, lo que se ve en la realidad es una mezcolanza, todo incluido, hasta el desfile, es la moda fundada de las colectividades,  aún cuando poco a poco se parezca más a lo que desde el poder se desea que sea, no es que el poder quiera construir una estética de la moda lo que desea es que la idea se pierda por la imagen y es cosa en la que ha logrado avanzar cada vez más.

El uso de la moda es también la búsqueda de identidad,  la creación de la imagen de la identidad, así es como la forma de la moda adquiere relevancia en estas sociedades contemporáneas, la forma de apariencia de la moda es tratada de convertir en la totalidad del ser humano como si en ella se encontraran solamente las identidades, los sentidos de la vida, las ideas, los ideales, por lo mismo, vista desde este aspecto el uso de la moda se convierte en mera apariencia, en banalidad, en frivolidad; ya se había mencionado en el capítulo I que las formas se hacen sin querer, por lo que lo que surge de la mezcla de esta intencionalidad del poder con las colectividades se convierte en una inintencionalidad.


Moda, Imagen e Identidad.

De lo que está aconteciendo en nuestras sociedades Fernández (2000) plantea:


“...la moda, es decir, el universo Benetton, la dimensión Levi´s ha dejado de ser apariencia para convertirse en personalidad profunda; el deporte, la salud, la higiene, la acción Adidas son la nueva moral según la cual el mal radica en fumar, y se llega a las virtudes teologales de hoy por medio del aeróbics, el slim center y el agua embotellada” (p. 12)

Bordieu (1979), en su libro que habla sobre la distinción, plantea que la moda es una de las facetas de la distinción y que ésta no apela a la apropiación del capital cultural, la moda junto con el poder se expande y mientras esto sucede la razón se contrae: los atributos que la moda trae consigo, en la medida en que son lo único que la sociedad arroja, creyendo que por esto gracias a la moda el mundo se ha complejizado sólo conllevan a que las sociedades se trivialicen.

Lo que toca Bordieu, tiene mucho que ver con lo que nos está aconteciendo, la moda expandida en todos los aspectos de nuestras vidas, va de la mano en nuestras sociedades con el poder, tratando de crear imágenes con la cuales la gente busca sentir y asimila esos mensajes. Es la búsqueda de la identidad perdida.

Ya Simmel había mencionado que la moda tiene que ver con la identidad de pertenencia a un grupo y al mismo tiempo con la distinción del mismo, por lo que podemos ver que la moda es una forma, mediante la cual se da la aceptación social, es ese sentimiento que nos permite ser parte sin comprometer todo nuestro ser, como la coquetería en la que parte de su juego consiste en atraer un poco al otro, sin comprometernos totalmente, sentirse atractivo o atractiva, es un gusto y un juego que produce placer. Si nos atenemos a lo dicho por Klein, tenemos que las marcas han tratado de crear moda usando la cuestión de la identidad y de la necesidad de la colectividad por la reivindicación de un lugar para esas identidades, pues bien, las marcas desde su posición de poder han tratado de cambiar en apariencia estas reivindicaciones, pero no cambiarlas a fondo, pues devendría en su destrucción y perderían el poder que tienen, lo que si hacen es dar a la moda esa especie de apariencia de que se toma en cuenta a lo que la colectividad pide; esas apariencias toman la forma de moda que ante la ausencia de cambios profundos que generen sentido en la gente y sobre todo ante la ausencia de identidades reconocibles y profundas, la moda toma una relevancia desproporcionada.

Lo que importa ahora, no es lo que somos, sino lo que aparentamos ser, porque para ser hay que parecer, es la apariencia la que dicta lo que ahora somos, la búsqueda de identidad aparece en un mundo globalizado, saturado de todos los objetos posibles y al mismo tiempo vacío por no encontrar en tantas cosas el significado de ellas, la sociedad saturada ya no busca ni encuentra misterios por develar, aún cuando los haya, en donde la modernidad no pudo cumplir y no dio para más, se presenta una crisis de identidad.

La modernidad había presentado la idea de que teníamos una serie de moldes en donde adecuarnos: que las personalidades tenían perfecta explicación, mediante la ciencia se podían sacar definiciones, leyes y curas a todo, y si aún no las había pues para eso está la ciencia para descubrirlas, el problema es que ésta idea no es completa porque la modernidad ofrecía respuestas que no podía proporcionar y que si daba, algunas de estas resultaban muy alejadas de la realidad, como de laboratorio.

Las identidades y verdades construidas por la modernidad ya no son asimiladas ni generan sentido y significado (no son la verdad absoluta que pretendieron ser), la gente comienza a buscar identidad y sentido en otros lados, ya que la identidad que se había construido se ve incompleta y en otros casos despedazada;  la globalización mundial que vivimos, nos saca de nuestros entornos, nos lleva a una revoltura de identidades, culturas, ideas, formas de ser, costumbres, que nos alejan de nuestra propia cultura pero que también crea identidades que antes no creíamos posibles, Gergen (1992), le llama el fenómeno de saturación del “yo”, es decir, queremos ser todo y al mismo tiempo con tanto no podemos quedar en nada concreto.

Las marcas en este contexto no sólo venden un producto, como un perfume, con el perfume viene toda una atmósfera que según el producto se vende con él, como un perfume que vende sensualidad, ternura, deportividad, energía o delicadeza, el perfume en sí y su aroma no es tan importante como la atmósfera que debe tener consigo el producto; las marcas venden personalidades, emociones lo que se debe sentir no se siente sino es con el producto adecuado, Marylin Monroe no es la figura sensual sin vestidos y perfumes Chanel y si se quiere llegar a ser como ella, hay que usar lo que ella usa. Andreella (La Jornada, 3 de septiembre del 2000), plantea que es el mercado el que ha entendido mucho mejor al mundo juvenil que los análisis sociológicos, la iglesia, el gobierno o las agrupaciones políticas y lo ha entendido mejor porque ha transformado los símbolos, las ideas, en fin los sentimientos en artículos de consumo, de cualquier manera si alguien quiere ir a un concierto de música de cualquier tipo, así sea la más rebelde, se tendrá que pagar sus boletos, esto es aprovechado al máximo porque el mercado promueve, produce, cobra por esa música y esos conciertos.

Por ejemplo, para ser exitoso hay que parecerlo por lo que una imagen acicalada, ropa de marca, celular en la mano y un habla un tanto extraña, pueden ser la imagen que requiere uno para presentarse como exitoso, la pregunta es, si es así como se siente quien usa esa imagen.  En uno de los numerosos discursos el Subcomandante Insurgente Marcos (2006 a), dice que el ser colectivo en esta sociedad se desvanece, el fracaso del hombre en convivencia se oculta detrás del éxito individual, aún cuando ese éxito implique la destrucción del otro, es decir, del ser colectivo. Este asunto del éxito se presenta en las sociedades como una necesidad, quien no es exitoso es un “loser” y así te lo hacen saber, ser un loser es no tener pero también implica no ser, para ser hay que ser exitoso (un winner), hay que tener y saber que se puede tener, se puede tener modas trasladadas a los objetos como perfumes, ropa, carros, etc.

Las imágenes que la moda trae consigo en la actualidad dan la sensación de éxito de pertenencia a una sociedad, eso mismo va rompiendo con las propias imágenes que del colectivo se construyen.

La imagen es el vehículo inmediato de la comunicación: aquello que compartimos se hace de imágenes tipificadas, repetidas de lugares y sentidos comunes, que se hacen comunes en virtud justamente de su repetición. Pasado un tiempo, cambian las imágenes y con ellas nuestra existencia común (Herrera, 2002).

Lipovetsky en su conocido ensayo El imperio de lo efímero, considera la imagen como el artífice máximo de la civilización superior que ha tenido lugar en la historia. También J. Baudrillard estaría de acuerdo en considerar la moda como fenómeno cumbre de la civilización. Por su parte Milan Kundera se refiere a la imagología, es decir, la capacidad de creación de simulacros y sucedáneos, como el milagro materialista de nuestro tiempo. (Herrera, 2002)

La imagen que genera la moda, nos hace vivir en una ficción que es aceptada en la sociedad, el look es la identidad que nos confiere la moda, la creación de los looks,  son la creación de una imagen con identidad, en la moda la gente encuentra el ajuste momentáneo de los deseos que tiene para sí, si bien puede ir de romántico, de hippie, de mujer sensual, de hombre deportivo y todas las combinaciones posibles que la gente pueda crear, la imagen y la búsqueda de identidades es cambiante, nunca nos llena, por lo que a la mañana siguiente es posible cambiar, de modo que la novedad nunca termine, ni tampoco la emoción por lo nuevo que está por venir, así vamos saltando de una a otra moda, de una a otra identidad, como tratando de llenar vacíos y huecos que no se llenan. Por ejemplo, el asunto de la moda de la delgadez nos lleva a diversas circunstancias: para una mujer estar delgada implica aceptación social, atractivo, estar gorda implica rechazo, pero el sólo hecho de estar delgados no es suficiente, se siente mejor pero no para toda la vida, incluso llega a crear problemas tan grandes de salud, en fin, la felicidad que pensamos llega con la delgadez no termina de llegar nunca.

Ya antes se había mencionado que estamos frente a una época en donde la forma social de la moda está exacerbada, se ha dicho que las marcas, la publicidad, los medios de comunicación han promovido esto, pero no es la única circunstancia que tiene la sociedad y que hace que la forma de la moda cobre la vida que tiene ahora, las formas no se crean por decreto o por voluntad, los sentimientos tampoco y es que fundamentalmente las formas sociales y la moda tienen que ver con el sentimiento de las sociedades, que hace que cada día la gente alimente las modas y ese otro factor es el que veremos de aquí en adelante.

Galeano (1986), describe en un pequeño apartado sobre la televisión, de su libro memorias del fuego, que la televisión transmite imágenes convertidas en elementos que tratan de vender personalidades, identidades, en concreto sentimientos, todos estos son modas, Galeano (ibíd.) lo señala así: “la Coca-cola ofrece chispas de vida y la Sprite burbujas de juventud. Los cigarrillos Marlboro les dan virilidad. Los bombones Cadbury, comunicación humana. La tarjeta visa riqueza. Los perfumes Dior y las camisetas Cardin, distinción. El vermut Cinzano, status social; el Martini, amor ardiente. La leche artificial Nestlé les otorga vigor eterno y el automóvil Renault, una nueva manera de vivir” (p. 321).

Y lo que tienen en común: la distinción, el amor, el vigor, la nueva manera de vivir, el status, el deseo de la juventud, la virilidad y la chispa de la vida, es que todos son afectos, pero también son las mercancías convertidas en la apariencia de los afectos, que además se ponen de moda y que sin temor a decir, se ponen de moda porque la gente quiere sentir todo eso, no es  que la gente no sea capaz de sentir todo lo anterior, pero si es cierto que en el uso de la forma de la moda se está pretendiendo encontrar todos esos afectos y la búsqueda de ese sentir es también un afecto, en concreto es el deseo de ser.

Podemos decir que la moda como forma social y como todas las formas sociales, se construye en base al sentimiento, es decir, es una forma social afectiva, pero esto no es bastante porque lo que aquí nos interesa es lo que está pasando con la forma de la moda en la sociedad, como señala Fernández la forma es en la afectividad un modo de ser, el modo de ser en las sociedades implica que su cualidad más importante es que tienen un carácter. Fernández plantea que vivimos en un tiempo donde la afectividad está en plena efervescencia, un factor señalado por este autor enmarca que uno de los descargos de esta afectividad, es que nos movemos por medio de la moda.

Recalcamos entonces que la sociedad actual está llena de objetos, saturada de marcas, de medios de comunicación; un objeto de la china ya no es algo nuevo, puesto que lo podemos tener en la tienda de la esquina, las grandes trasnacionales se han encargado de eso, lo mismo un Mc Donald’s que una coca cola, lo mismo la música que los programas de televisión y las películas. Hollywood está en todas partes y sus figuras llamadas celebridades también, sabemos más de la vida de Brad Pitt que la de nuestros vecinos.

Esta saturación de objetos ya había mencionado Fernández produce una desoquedad, es ese miedo al vacío, y es en ese miedo en el que se trata de llenar con más objetos, con más modas, con más imágenes que lejos de satisfacer, alimentan aún más la insatisfacción. Es algo parecido a lo que sucede con la gente adinerada, tienen tanto que nunca pueden quedar satisfechos, por ende siempre quieren más, es un apetito desmedido que nunca se puede llenar. La insatisfacción, la búsqueda de identidades, el deseo, son afectos, lo que la gente siente al reflejar la imagen de la moda en sí mismos, la razón sensible de las sociedades diría Maffesoli (2000).


El Espectáculo de la Fama

La moda tiene para sí misma eventos mediáticos impresionantes, en el caso de la ropa cada desfile, temporada, diseñadores, alfombras rojas o programas de televisión, tienen una gran atención y cobertura de los medios de comunicación y se promueven a todo lo alto y largo del mundo. De todo este espectáculo forman parte las modelos, estrellas de rock y Hollywood, con todo su repertorio de celebridades, todos enfocados por los medios hacia la propagación de la moda y de su venta, convirtiéndose en productos del propio producto que promocionan.

Por su cualidad de imagen, la moda encaja perfectamente en el mundo del espectáculo, que también ha dejado de lado su parte de arte para convertirse en apariencia e imagen, las estrellas de cine y de la música son un ejemplo muy claro de esto, ya que al parecer el talento poco a poco se deja de lado para convertirse en apariencia, es así que las estrellas generadas desde la industria musical o cinematográfica, se convierten en imagen para mantenerse vigentes, no es lo mismo una actriz que usa la última adquisición de  Prada, el perfume de Chanel, el bolso Gucci, etc., a una que no, la atención se centra sobre la imagen que proyecta. Mediante estos elementos de fama se ha puesto en escena una especie de promoción permanente de lo que Vásquez (2005), denomina criterios de moda como la esbeltez, la juventud, la belleza, criterios que se vuelven imperativos en la gente y que crean diferenciación y rango social.

En el periódico mexicano la Jornada, en su sección “Espectáculos” (D. P. A., 11 de diciembre del 2002), sale una pequeña nota en donde se menciona que la top model holandesa Karen Mulder de 33 años, famosa por supuesto, ha tenido que ingresar a un centro psiquiátrico por un pretendido intento de suicidio, negado por su padre en declaraciones y que sin embargo, comenta que está más calmado con lo ocurrido porque “al menos ella podrá tener una navidad tranquila”. En el diario español El País, en su sección llamada Agenda (Modelo Suiza, el 28 de marzo del 2006), hay una nota donde se habla de que la top model Suiza Janina Martig de 24 años se ha sometido a una operación de alargamiento de piernas, con el fin de ganar tres centímetros que le faltaban para reunir los estándares internacionales de la moda. En Estados Unidos la cadena UPN tiene un programa llamado America’s Next Top Model, en donde algunos de los promociónales dicen: “fairy tales come true” que quiere decir que los cuentos de hadas se hacen realidad ó “Do you have what it takes?” que quiere decir que si una tiene lo que se necesita para estar en ese show, el programa es un reality basado en una serie de chicas que creen tener lo que se necesita para ser modelos, compiten entre sí hasta quedar sólo una, la que se llevará el título de la nueva America’s Next Top Model. ¡Ni hablar!, en la mayoría de los periódicos o noticieros del mundo, se puede observar que dentro de sus noticias tienen integrada sección de espectáculos, sociales, que son apartados en donde se incluyen noticias como las que anteriormente se mencionaron, esto no nada más lo podemos encontrar en publicaciones especializadas como Vogue, Vanity o TV y Novelas, el asunto de los espectáculos se encuentra en todos los medios de comunicación, de tal manera que entra en todos los rincones de nuestra vida.

Ya se había mencionado que las top model son imágenes que venden y se ponen de moda tanto como la ropa que usan, el interés de saber que alguien fue a dar al psiquiátrico sale en las noticias por ser la figura pública y nos interesa más que si le pasará al vecino, que en el último de los casos no pasaría del chisme de la cuadra, del cual no todos se enteran. Y esto no solamente ocurre con modelos, sino también con figuras del cine y la música. La gente asume de los famosos la imagen que les presentan, asumen la moda de las cuales son la imagen, la imagen no implica solamente la ropa, es el todo de lo que podemos captar de ella, sea color de piel, forma del cabello hasta personalidades, pensamientos, en resumen la imagen representa el sentimiento que nos llega y provoca a seguirlo.

Las celebridades son la imagen que trata de reflejar lo que es la sociedad, las personas encuentran en esta sociedad contemporánea la imagen que los identifica dentro de la misma; Simmel (1905/1999),  plantea que las generadoras de moda son las clases altas, la cuales mediante esta forma se identifican y distinguen de las clases bajas, que a su vez imitan la moda de los que se encuentran por arriba, sucede ahora que lo que se ve por arriba de la gran mayoría de la gente en el planeta, son las celebridades, incluso la gente de la alta sociedad también se quiere convertir en celebridad (aún cuando no tenga ningún merito artístico, político o profesional), no son los únicos generadores de moda pero sí son los que cuentan con más medios y recursos para llegar a la gente.

El seguimiento de las stars se debe a este sentimiento de familiaridad que se presenta con las celebridades, conocemos tanto de ellos que los vemos como parte de nuestro entorno, de nuestras vidas, seguimos sus modas porque en algún momento queremos ser como ellos, es decir, queremos ser la imagen que nos presentan de ellos,  no es una cuestión de seguimiento absurdo, al contrario, este seguimiento es un sentimiento que se llena de admiración y deseo ante lo que creemos es una representación de la sociedad; las stars pueden ser o no grandes actores, músicos o figuras públicas, pero eso no es lo importante, la cuestión es que como figuras públicas se vuelven la parte visible de lo que una sociedad es,  o dice ser, en ellas se intenta reflejar el deseo de lo que queremos ser, de lo que anhelamos y por supuesto de la moda que seguimos, cuántos jóvenes se cortan el pelo como David Beckham, cuántas jovencitas se operan buscando el tipo de labios de Angelina Jolie y ejemplos como estos hay muchos más.

Las cirugías, por ejemplo, han aumentado en los últimos años, se ha puesto de moda el físico, por lo que si quieres parecerte a una portada de revista no sólo te tienes que vestir como dice, sino que también puedes (si tienes con que) acceder a parecerte en el físico, con una operación puedes pedir nuevos labios, nueva nariz, una liposucción para estar más delgada, una operación que quite algunos años, todo lo que no nos guste o a lo que queremos parecernos más está a la carta y la cirugía plástica tiene esas opciones en su menú. La gente que se opera trata de adaptarse más a la imagen que se le presenta porque desea parecerse y acercarse lo más posible a ese concepto de belleza física existente, lo que se tenga que hacer para llegar a la meta no importa,  la imagen que se tiene de uno mismo también se ve deteriorada, la diversidad de físicos tiende a homogeneizarse en un solo concepto de belleza, lo diferente lo que se salga fuera del estándar es raro y feo, por lo cual hay que eliminarlo. Eco (2006), plantea que en cada época siempre está presente un ideal de belleza, afirma que la consideración de lo bello depende de la época y de las culturas, es esta belleza a la que se refiere que nunca ha sido un algo absoluto e inmutable sino que adquiere distintos rostros según su tiempo y no sólo se refiere a la belleza física sino también puede ser la idea de dios.

Las niñas y niños se visten como Shakira, las Spice Girls, Madonna o cualquier otra estrella de moda, buscan en revistas, Internet y televisión la información que les hable de sus celebridades favoritas, es esa una especie de culto hacia todo lo que represente la figura de la celebridad. Los reality shows tan de moda hoy, reflejan ese afán de la gente por obtener la fama que otros tienen, aunque sea quince minutos nada más y es que en el ser celebridad se coloca toda la importancia, como si en ello radicará el poder ser alguien en la vida, la idea de celebridad también está de moda.

Son imágenes que provocan que las colectividades locales rompan con su grupo de origen o le resten importancia, el grupo se fragmenta, las marcas que venden moda construyen en la misma identidad y personalidad el lugar donde identificarnos donde sentir la aceptación social, una construcción que es muy ad hoc a lo que desde el poder se pretende sea la sociedad, no es que sean inventadas las imágenes pero si la mayoría presentan ideas que son estabilizadoras del sistema social en el que se encuentran. La cuestión no es que ellos nos dictaminen qué somos y cómo sentimos, radica en que cada vez y poco a poco se va aceptando más el hecho de que ellos son los que nos construyen.



La Teatralidad de la Vida Social

Sartre (1966), dice que el otro se convierte en una mirada de la cual nos volvemos objeto, y de la cual también se obtiene la razón, el punto de vista. Esa mirada externa es la que nos conforma y configuramos nuestra imagen externa, para enfrentar el público que siempre tenemos y que también somos nosotros.

Contreras (La Jornada, 2 de octubre del 2003), plantea que a mediados de los años 70 aparecieron en Inglaterra los conocidos punks: jóvenes que se querían diferenciar de aquellos asimilados por el llamado establishment, estos jóvenes modificaron ostensiblemente su apariencia con vestimenta rota, sucia, de colores sombríos, con estoperoles y un look con peinados en forma de cresta, piercings y tatuajes visibles; muy pronto, partes de esa innovación fueron adoptadas por jóvenes de todos los estratos sociales y culturales. Los tatuajes, que se distinguían por ser usados por ladrones y convictos, son ahora una industria de éxito, ya sea puestos en el trasero o el antebrazo, en la nuca o en los tobillos, los tatuajes son un elemento trasgresor, pero también de moda juvenil. Para ser radical ya no basta un accesorio. La moda dicta que si se quiere ser realmente transgresor, ya no basta usar  lo que anteriormente se describe sino que tiene que ser una combinación, por ejemplo, los jóvenes Neoyorkinos siempre a la moda y a la vanguardia están buscando dentro de este entorno, hacerse la lengua bífeda como la de las serpientes. Esta transformación de jóvenes punks les permite transgredir todo lo que se da por establecido, los excesos que están vetados a la gente en general, al punk por su apariencia le está permitido, es pues también una forma de liberación de miedo e inhibiciones. Pues ya se había dicho antes que representamos un papel, en el caso de los punks esta representación es muy clara, pero en esa exterioridad se vuelve para los ojos del espectador en personalidad profunda, por lo que poco importa que hagan estos jóvenes, la apariencia lo dice todo y nos convertimos en lo que representamos, aún cuando la representación no nos complete.

El Romanticismo No Ha Muerto Pero Está Mal Herido.

Ante la falta de sentido que la modernidad ha dejado, llega una marea de afectividad en la sociedad que busca sentir a toda costa. Encuentra en la moda un elemento que es un escape inmediato, pero que en la medida en el que se encuentra concede la idea de pertenencia, de un lugar donde poner nuestras identidades. Los ejemplos de cómo se siguen las modas es porque la gente busca en esta forma encontrar un sentido de pertenencia en la sociedad son el reflejo de esta búsqueda, la búsqueda por hallar en el vestido una personalidad, una ideología, un status, un sentido que nos diga a donde pertenecer y porque, también representa el rechazo de lo que somos.

El Romanticismo fue una etapa en la historia de la humanidad, que partía de una visión de la vida en donde el ser humano se guía por los sentimientos morales más que por la razón práctica, se guía por la solidaridad, el placer, en fin por los sentimientos. Gergen (1992), plantea que es una visión romántica del “yo”, que tiene su apogeo en el siglo XIX y que sigue vigente ahora, aún cuando la modernidad la haya dejado de lado. La razón y la observación son el planteamiento dominante de la modernidad, el romanticismo cuestionó estos dos y creó un mundo: el de la interioridad oculta, en donde se puede hablar del alma, de lo divino, de las fuerzas apasionadas, de las emociones, de las pasiones, del amor, todas estas concepciones están enmarcadas en que pueden ser vistas más allá del saber consciente, William Blake manifiesta que lo trascendente no era lo que percibían los sentidos, sino lo que era imaginado y lo imaginado es  una sensación espiritual. Los sentimientos en el Romanticismo están exacerbados, Delacroix (1824), reseña que Dimier piensa que las grandes pasiones son la fuente de todo genio, para Delacroix es la imaginación, una delicadeza de los sentidos, la que permite ver lo que está oculto a los demás (En Gergen, 1992).

El contenido emocional era por sobre la razón, la parte fundamental que se exaltaba, no sólo en el discurso sino en las acciones, el mundo inmaterial, lo oculto, el heroísmo, el mito, la expresión del sentimiento en las artes, el sentimiento moral paso a ocupar el lugar de la racionalidad, el alma, el misterio, las pasiones desbordadas, el amor y los valores morales ocupan el papel principal por encima de lo que se considera útil y funcional, (Gergen, 1992). Todas son expresiones de lo que la vida afectiva es y que se vio negado y afectado por la llegada de la modernidad.

Plantea Gergen (1992), que el consumidor en la moda va en busca  de un ser, un ser que era muy claro en la modernidad y en el romanticismo, identidad que faltaría en estos tiempos de crisis, ese coesencial, ese piso, esa certeza, ese sentido; para Gergen (1992) el “yo” auténtico en la posmodernidad, equivale a un estilo de ser producto de la saturación social, es decir, ser equivale a un parecer que en la moda se inserta como forma de expresión y de relación, es el motivo en el cual la gente se está relacionando.

Tenemos que en Corea del Sur, la mayor parte de la población viste al estilo occidental, algunos todavía conservan su ropa tradicional, aún cuando la mayor parte de la población se adapta al estilo de vida occidental, todavía los surcoreanos tienen sus vestimentas tradicionales, que usan en eventos como el festival de mayo, el festival de la luna llena y el aniversario de Buda (Microsoft  Encarta  2006). La Sociedad occidental nos ha creado la representación de que lo que se viene a hacer en la vida es a tener éxito, para esto hay que seguir las reglas que la sociedad occidental tiene,  como lo que los surcoreanos hacen, van al trabajo vestidos de traje y corbata, saco faldas y medias, todo a lo que la moda occidental dice que se debe usar; la otra moda que vemos en los surcoreanos es la de las vestimentas tradicionales, la que se creó en su cultura por años, que dejan para los eventos especiales, es la que se funda junto con el centro de la sociedad, celebra su cultura, sus orígenes y su sentido. Las dos modas están dentro de los límites de la sociedad, en las dos se encuentra el reconocimiento y la identidad, pero una está determinando a la otra, porque un nuevo y joven trabajador surcoreano no iría a trabajar con la vestimenta tradicional a las oficinas o a la maquila, puede que sí, pero corre el riesgo de que le rechacen, de modo que cada vez más su sentido de pertenencia se acerca a lo que lo occidental es y menos a lo que su cultura fue estableciendo, es decir, la moda de las ropas tradicionales se va desvaneciendo con el paso del tiempo. Lo occidental cada vez más, va reemplazando a las culturas tradicionales de cada sociedad y entra con promesas que la modernidad ha ido regando, sin cumplir como lo había augurado. La realidad es que no hay realidades tan absolutas como lo que la modernidad había dicho y que lo que tenemos es cada vez más, una efervescencia de lo que se ha negado, que son los sentimientos.

Esa efervescencia tiene en la forma de la moda una salida, por eso, de la imagen estamos haciendo un culto, y en ella estamos depositando procesos que no están ahí pero que en realidad no sabemos dónde están, como los parámetros de belleza a seguir, parámetros de diversión, formas de concebir al ser humano, formas que mediante la moda ejercen sentido en la gente; a  las mujeres se les dice que para ser bellas tienen que seguir parámetros de belleza establecidos, por ejemplo, tienen que ser rubias, blancas, delgadas, altas como una Barbie y si una mujer es morena, bajita y o gordita, ya no es considerada bella, pero como lo que está de moda es considerado modelo de ejemplo y belleza, hay una serie de productos que se venden para que las mujeres se acerquen a ese modelo,  entonces tenemos que la moda no es usar cremas anti arrugas o blanqueadoras sino que esa compra de los productos sirven para seguir una moda que tiene dentro de sí, un modelo de belleza a seguir e imitar, si se usa un tipo de ropa, se fuma un determinado cigarro, si se usa un tipo de automóvil, o se tiene tal tipo de reloj, todas son modas que se van creando con respecto de los objetos y estos corresponden a parámetros de lo que la sociedad va determinándose en cómo debe ser.

Lo que debe ser, lo que es la sociedad, parte de las construcciones de la colectividad, el hecho de que se mencione en este capítulo la parte del poder constituida por instituciones, medios de comunicación y empresas, es porque estos son la parte que ejerce el poder y que trata por medio de la moda (y otras formas), sustentarse y establecerse en la sociedad, la otra parte que se menciona es la de las colectividades que por un lado construyen  a la sociedad y a las modas que ésta sustenta, pero también hacen contrapeso de lo que en el poder se está dictaminando, es decir, se vuelven el contrapoder.

Vásquez (2005), señala que la moda lejos de ser un asunto meramente banal, es la que da cuenta de las sensibilidades de una época, lo que pasa es que ahora es en ella en donde se están cargando todas las sensibilidades, cosa que la misma forma no puede aguantar. Los sentimientos que se han negado en la modernidad, se expresan y vuelven en la moda con una fuerza desencadenada, que a falta de espacios en la sociedad, toma con la forma de la moda una de las salidas de expresión, la moda actualmente se expande y acelera con la misma fuerza del neoliberalismo y como sucede en el caso de las mujeres, en la época en donde los sentimientos están más negados, esto sentimientos llevan consigo una excentricidad, una exacerbación que produce que la gente encuentre en la moda el escape de las personalidades, del sentido que no encuentra en la propia sociedad.

Al mismo tiempo, de esta efervescencia, la moda acelera el ritmo de sus cambios, las estrellas fugaces, desechables, son ejemplo de esto, un día todos cantan “la macarena”, al día siguiente la novedad pasó y ya está de moda otra canción. Lo efímero de la moda consiste en esta facilidad con la que cambia, pero la gente recurre a ella como si en esta forma fuera a encontrar respuestas, aceptación, sentido permanente, como si en esta forma se fuera a quedar, pero no es así y con la facilidad que llegó se va y se vuelve desesperadamente a recurrir a una nueva forma de moda y así una y otra vez. El uso exacerbado de la moda en las sociedades actuales, nos lleva a pensar si ésta es el último recurso por medio del cual la gente encuentra sentido, afortunadamente esto no es así del todo, ya que tan fácilmente es desechada para convertirse en otra cosa, la moda es en este caso el falso sentido de encontrar una base sobre la cual se sostiene uno.



Simmel (1905/1999) explica:

“la tiranía de la moda es insoportable sobre todo en terrenos en los que únicamente deben regir criterios objetivos: la religiosidad, los intereses científicos, incluso el socialismo y el individualismo han sido cosas de moda, pero los motivos por lo que estos contenidos vitales únicamente deben ser adoptados están en total oposición  a la veleidosa evolución de la moda y a ese atractivo estético que le concede su alejamiento de la significación real de las cosas y que, como factor de tales decisiones de última instancia, les imprime un rasgo de frivolidad” (Simmel. 1905/1999, p. 41)

La moda lleva consigo la estrategia del deseo, la forma viene acompañada del deseo de tener lo que en ella se representa. La gente está en la moda porque obedece al sentimiento de querer ser algo en una sociedad, donde se valora solo la imagen que se personifica y no lo que se es, la moda brinda en apariencia esa posibilidad.

Queda un vacío que la moda no puede llenar, porque no es de ella llenar, la gente vuelve a comprar otras personalidades, el vacío vuelve a quedar y así nos hemos pasado la vida, en una atmósfera en donde los afectos quedan de lado de las cuestiones trascendentales, porque se les considera inútiles, insignificantes, dispensables, sin embargo, seguimos buscando y sintiendo los afectos en todos lados y en todos los aspectos de nuestra vida social.

Amanda Panambí Morales Vidales

Capítulo II dee la tesis:  Morales Vidales, A. P. (2008). Las Formas Sociales de la Afectividad Colectiva. UNAM: México
 Clasificación en UNAM: 001-01921-M1-2008



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